Leer un reporte de persona desaparecida es distinto a leer un obituario.
Cuando nos detenemos a leer un obituario (si es que alguna vez lo hacemos), sólo nos encontramos con unas cuantas líneas que nos indican que alguien acaba de fallecer, lo que, en términos reales, no suele causar mayor tristeza. Los reportes de persona desaparecida son completamente distintos por un factor particular: la incertidumbre de no saber si la persona sigue viva o no. Dialogas con una fotografía, imaginas dónde fue tomada, por qué aquella persona luce tan feliz y sientes que la conoces, que no hay nada más que podrías saber de ella fuera de lo que se presenta en esa imagen y la descripción que la acompaña (color de ojos y piel; complexión, estatura, señas particulares), hasta que bajas un poco la vista y descubres las dolorosas palabras que se encuentran debajo de todo esto: «fue vista por última vez…» Entonces cierras y aprietas los ojos, finges que no viste nada, que no pasa nada y pretendes seguir con tu vida, la vida despreocupada que te fue arrebatada hace apenas unos pocos segundos.