Un director como Julián Hernández es de esos que llevan un historial de películas buenas, pero que redunda en su propio estilo; aun así, no deja de proponer y establecer algo diferente. Sus imaginarios regularmente son interrumpidos por un tercer objeto, como el rechazo o los prejuicios. En el caso del Cielo dividido, Gerardo y Jonás viven un romance lo bastante intenso como para renunciar el uno del otro; sin embargo, para Gerardo implica también una encrucijada donde la homosexualidad se confronta con la moral social. Cielo dividido trataba un tema difícil en un 2008 lleno de homofobia y rechazo a lo diferente. Una película como ésta era incendiaria. Julián Hernández siempre ha sido de esta manera.