La corrupción y el crimen organizado han tomado posesión de fronteras, tierras y negocios con el propósito de convertirnos en una tierra sin ley. Hemos visto cómo se derrumba nuestra seguridad, cómo se desmorona nuestra economía y también cómo la repartición de la riqueza se ha polarizado aún más con el aumento de la pobreza.
Quizá, a simple vista, no haya consecuencias evidentes, pero sin duda los que más sufren son las poblaciones pequeñas de las que el narcotráfico y el crimen se aprovechan ante sus necesidades. Entonces surge la corrupción, la implantación de puestos laborales dentro de organizaciones, derecho de piso… o el robo de combustible mediante tomas clandestinas, el cual pone en riesgo la vida misma. Huachicolero (2019) de Edgar Nito representa esta realidad.