Fotografía de Albert Cañas
Irrumpe a quemarropa: “arriba: sexo, sexo, sexo, acabamos afuera apenas empieza el día entre la lógica disposición de las calles, arriba”. El poeta penetra el silencio con una voz que dispara “un solo tiro en la cabeza”, mientras anuncia “sexo: anal para ella, anal para él, en tu boca, en mi boca, encima de los hombros”, e insiste: “todo viene de arriba”. No está ofreciendo simulacros.
El poemario se titula Quieto, como grita el policía al muchacho que huye entre la multitud; como escupe el ladrón antes de robar; como los padres al hijo; como el amo al perro; como nosotros al deseo que promete reventarnos por dentro; como la Ley al de abajo, porque todo viene de arriba. “Desde arriba del cuerpo comienza el dominio o la salida. / Ninguna mirada desde lo alto nos abarca / sin la observación de nuestra pequeñez (…) Desde arriba del cuerpo, con paciencia, para entrar y salir”.
El poeta se llama Víctor Manuel Pinto, es venezolano y está a punto de cumplir 37 años. La voz poética viene a cantar desde una pulsión viril su filosofía del poder; enfática y persistente en el despliegue de una erótica a veces sucia, a veces guarra, a veces violenta, siempre urgente. Cuerpo y poder; temas que coinciden con la gran angustia foucaultiana, pero expuestos en el trajinar del albañil, del pasajero de autobús, del liceísta condenado al circuito de la pobreza urbana en América Latina, del marginado versus el marginado.