Incendio
Soy el cuerpo de tu cuerpo
el aire de tu aire
vas de mí como yo de ti
Soy el cuerpo de tu cuerpo
el aire de tu aire
vas de mí como yo de ti
Roza mi rostro
el viento de febrero,
caminante de un tiempo
en la vereda de la vida,
he aprendido a oír
los murmullos del bosque,
y en secreto, a sus habitantes
al pájaro, corazón y alma
al ciervo, esquivo del traidor
y al zorro, tras otros secretos.
No es mío el jardín de la Tierra,
sólo nos ha sido prestado
para venerarlo, los custodios
de su inmensidad; así una flecha
dirige a la rosa de los vientos.
En un dialogo con su espejo,
dan los reflejos de paisajes
donde aire y agua convergen,
tempestades de grises efluvios
en las alturas, justo nace el Sol.
Flor de la campiña,
silvestre arcoíris en tapiz,
escucho su quietud
al mecer del viento,
espíritu atado a la tierra,
late con el pulso de la vida;
abejas y colibríes alrededor
tras su elixir llevan la semilla
del polen en un viaje indómito
al Sur, en el confín de su retrato.