El tango argentino es uno de esos géneros musicales que resultan inconfundibles a primer oído. Esto se debe no sólo a su particular sonoridad y ritmo, sino a que la música en sí misma lleva una intención, un estilo característico que la define más allá de todo aspecto formal. Melancolía desgarrada, dramatismo, abandono, estas son las imágenes de fondo que proyecta el tango y que, de una u otra forma, reflejan la realidad de los músicos porteños que lo gestaron.
El género como tal surgió a finales del siglo XIX en los barrios bajos de Buenos Aires como una mezcla de las payadas de los gauchos, los candombes de los esclavos y las milongas de los blancos. A pesar de que en su origen fue música pensada para tocarse en prostíbulos y cabarets, la fuerza y popularidad que adquirió hizo que en un par de décadas el tango se volviera el ritmo insigne de la gente rioplatense.
En esta época fue donde vivió Astor Pantaleón Piazzolla, un niño de ascendencia italiana nacido en 1921 en Mar del Plata.