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Brevísimo manual del melómano aficionado (III)

En esta suerte de apéndice, epílogo, lista de consejos, decálogo sobrepoblado, usted podrá encontrar algunas consideraciones finales acerca de lo que subyace a un melómano, más allá de rituales y esquemas, formas y complejos.

Al final, esto no se trata más que de escuchar música en compañía de un variado conjunto de expresiones faciales que van del júbilo a la rabia, de la melancolía a la resignación. Su esencia sólo se forma por varios cientos de recomendaciones desinteresadas y por una interminable lista de música pendiente. Es el lugar en donde una persona, en la más exquisita intimidad, busca un refugio en donde recrear su silencio, en donde todo se reduce a un par de ojos que se cierran para privarse de ciertas imágenes y explorar otras, muchas veces más hondas y profundas.

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Brevísimo manual del melómano aficionado (II)

Si ha seguido nuestro consejo —en vez de optar por el consumo de opiáceos y demás fármacos que ayudan a sobrellevar la abstinencia— y ha decidido ejercer el vicio y entregarse a los brazos de la musa Euterpe,  es muy probable que ya empiece a sentirse familiarizado con los síntomas y necesidades que conlleva la melomanía. Seguramente ya ha conocido algunos de los tantos recintos culturales de su ciudad y puede que incluso se haya tomado una foto frente a alguna fachada famosa. También es probable que sus listas de reproducción favoritas hayan tenido nuevas adquisiciones y que ahora el tono de llamada de su teléfono celular sea el fragmento de alguna obertura francesa. Sin embargo, es posible que su necesidad aún no esté satisfecha y que todavía tenga inquietudes musicales que subsanar. Por ello, y con el afán de instigar su ávida curiosidad, a continuación se le ofrecen algunos fragmentos más de información oportuna capaces de introducirse en casi cualquier conversación cotidiana.

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Brevísimo manual del melómano aficionado (I)

Si en algún momento de su vida usted se ha dejado seducir por el sensual coqueteo de un saxofón, si al escuchar las notas finales de un violín ha experimentado sensación de debilidad acompañada de sudoración en las manos y erizamiento de la piel, si las escalas y arpegios del piano le provocan fuertes e incontenibles suspiros y si tiene un particular interés por los exóticos movimientos de muñeca que el director de orquesta realiza, me complace informarle que es muy probable que dentro de sí usted lleve el singular germen de la melomanía.