Vagando por los raros caminos de la curiosidad clasificatoria, ésa que busca sin cesar definiciones de palabras —algunas que escuchamos y otras que imaginamos—, me encontré con la palabra “transterrestre”, la cual necesita otra más para acompañar su significado. Existe una maniobra propia de la ciencia espacial que consiste en insertar una nave, tripulada o no, en la órbita terrestre: se conoce como inyección transterrestre. Se lleva a cabo bajo las siguientes condiciones: un cohete es propulsado con cálculos precisos y esperando la condición de que la Tierra esté orbitando a nuestra luna. La nave queda, entonces, inserta en la profundidad del cielo, con la posibilidad de regresar libremente a su origen. Con una maniobra bellísima de propulsión y cálculo, Gabriela Aguirre (Querétaro, México, 1977) logra insertar su poesía en ese cielo donde duermen las palabras que nacieron de la noche, de la ausencia de tierra, del soñar para dejar de extrañar.