Casi por tradición ―y de forma inherente―, el día 1 de enero tiene la dicha de conocer, en voz de los más agudos arquitectos discursivos, una nueva manera de comprenderse y mirarse en el mundo. Comienza el año de 1891, un hombre de semblante serio y bigote poblado, nacido en tierra cubana, da a conocer en papel impreso una de las ideas paradigmáticas respecto a la construcción de la República. Nos dice:
“Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que, si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república.”