Imagen: Hércules lucha con el león de Nemea, Francisco de Zurbarán
ARS AMANDI
Siempre amó los cuerpos romanos. Los de pelvis chatas, glúteos redondeados y pechos de triángulo. Se contentaba, en caso de necesidad, con los de otras características, pero los de contornos marmóreos fueron sus preferidos. Había en todo eso algo así como una especie de oda culinaria, de voluptuosos sabores, de jugosas y saciadas ansiedades, de expectación lograda más allá de las carnes y las edades. Ahora, en estos tiempos individualistas y groseros, están armando en el fondo de su patio una copia del coliseo. Piensa llevar allí la minuciosa labor del goce pero ya en un ámbito privado, mientras su melena su entretiene con el viento y observa sus garras afiladas, robustas y certeras que aún conservan la sagacidad desplegada en las arenas.