El ser del mexicano -contradictorio y paradójico por naturaleza- busca constantemente la empatía con los demás. Mi reconocimiento con el otro no sólo explica lo que yo no soy, sino que rescata caracteres que yo, como mexicano, me apropio para formarme ante los demás. La respuesta resulta tan compleja, que el laconismo no podría conceder en su máximo o mínimo bagaje semántico una noción convincente.