“¿Qué estás pensando?” Con esta pregunta nos recibe siempre, sin excepción, nuestro perfil de Facebook. Una pregunta, si no difícil de responder, al menos sí exigente, que implica reformularse la cuestión general a una pregunta más concreta: “¿Qué estoy pensando acerca de…?” Ahí cada usuario elige el tema del que quiere / puede / necesita / aspira / fantasea / se siente obligado / nunca antes pudo o se atrevió hablar. Los estados en nuestro muro nos muestran la diversidad de asuntos y perspectivas de los cuales y desde las cuales es posible iniciar o continuar la interacción con nuestros contactos. Mientras que no se infrinja las reglas de la plataforma, es posible decir cualquier cosa; bien sea que compartamos cierto contenido (música, fotografías, videos, literatura, reportajes), que mostremos a los demás algún despunte de nuestro ingenio lírico (“agudas” frases, “pensamientos” de contemplación, anotaciones personales) o que se opine acerca de algún asunto en boga (premiaciones, defunciones, estrenos, actuaciones o declaraciones de personas públicas, conmemoraciones, fenómenos naturales y un largo etcétera).