Etiqueta: Estética

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La Gran Ola de Kanagawa

Los cuadros que adornan mi pared

Tengo sobre mí el cuadro de La Gran Ola de Kanagawa (bueno, más bien un póster que compré en Amazon a los dieciséis y colgué encima de mi cama); a mi derecha, una versión arrugada de La Primavera de Botticelli; a mi izquierda, el manifiesto de Guerrilla Girls, Las Ventajas de ser una Mujer Artista, cayéndose por cómo se ha debilitado la cinta adhesiva. Mi cuarto está decorado con obras de arte que conocí por primera vez en Pinterest y después me adueñé por medio de repeticiones impresas vendidas en Etsy. Ahora que las veo, me parecen cursis. Haberlas visto una y otra vez durante ocho años las ha reducido a nada más que objetos que decoran mi pared. ¿En qué momento El Beso de Gustav Klimt se reduce a una buena imagen para imprimir en una postal? ¿La noche estrellada de Van Gogh en un fondo de pantalla para el celular? ¿En qué momento la cotidianidad se apropia del arte y lo convierte en objeto? 

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Natalicio de Tennessee Williams: las trampas de la ensoñación

Para Lorena González.

Ahora comprendo el discurso de tu puesta en escena

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Los mejores ejemplos de realismo en el arte son sospechosamente poéticos. Acaso porque ver la realidad con atención es aceptar que ésta es atroz, y que sólo puede ser soportada y justificada, en palabras de Nietzsche, como experiencia estética.

La experiencia estética, sin embargo, se vuelve difícil de mantener en medio del materialismo y la violencia. En medio del espantoso tedio de vivir. «Cuando la felicidad se la ha dado a alguien a pedazos, como a mí, se vuelve uno mezquino y malvado», dice Blanche Dubois, maestra de literatura que huye de su pueblo a casa de su hermana, perseguida por el escándalo, por acostarse con sus estudiantes. «Dios existe, a veces», declara entre los brazos de Mitch, que le devuelve la esperanza de amar… ¿y no es acaso esto lo que esperamos de la experiencia estética? ¿Volver a ver el rostro de Dios? ¿Asegurar un remanso de paz, de alegría, mantener viva la llama un instante? ¿Ese pedazo de felicidad hacerlo eterno por un segundo?

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Más allá de la esperanza: entre la oscura raíz del grito y la voluntad de vivir

Para Ileana

Decía Schopenhauer que al final de una buena tragedia la sensación que se tiene es la de que no vale la pena seguir viviendo. Decía Aristóteles que la finalidad de la tragedia es producir horror y conmiseración ante la caída del héroe. Náusea, muerte, destrucción, imposibilidad de restitución… son las palabras que definen la tragedia.

¿Por qué necesitamos tragedias? ¿Qué goce puede extraerse de semejante golpe de realidad, frente al placer del melodrama, donde todo sucede de acuerdo a nuestros sueños?