15/03/2016
Sentado en una banca espero la llegada de David Huerta al anexo de la Facultad de Filosofía y Letras. Lo conocí una semana atrás. Estaba rodeado de alumnos, inmerso en una incómoda burbuja conversacional, en la que a nadie respondía seriamente. Uno de ellos, desconocido mío, me presentó. “Él es Emiliano”, le dijo. “¡Otro Emiliano! ¡Cuántos Emilianos!” contestó. “Al grano”. Pensé.