Ahí viene Don De. Sé que es él, porque camina por el pasillo siempre haciendo ruido con sus zapatos, siempre poniendo el énfasis en su pisada, en especial en la parte del tacón. Ahí viene Don De. Y no es que lo odie, no; es más, ni siquiera lo conozco, pero no sé. Su sola presencia me resulta aterradora.