A temprana hora de la mañana, el hombre irrumpió en la vivienda.
—¡Ya señora, levántese y márchese de inmediato! —ordenó, y agregó—: ¡Yo soy el nuevo dueño de esta propiedad! Su familia ya se largó.
La mujer, avergonzada, balbuceó:
—¡Ya, altiro! Sólo déjeme pasar al baño y me voy de inmediato.