I
Conocí a Berta por una coincidencia de complicidades. Quedamos de vernos un sábado de febrero, después de un par de mensajes. Acordamos que nos acompañaríamos con comida y vino en su taller, sitio que también es su casa. Un departamento “circular”, lo llamó ella; un espacio que se recorre de habitación en habitación generando un circuito íntimo: ahí conviven su taller, la cocina, su dormitorio y un cuarto en donde derrama pintura. La obra de Berta vive en su casa. Cada uno de estos lugares, a pesar de estar separados por muros, comparte la experiencia vital de involucrar la práctica artística con la vida personal.