La palabra orgullo posee, desde su raíz, una connotación que nada tiene que ver con el carácter arrogante al que también suele asociarse. Significa notable, insigne, excelente; de ahí que se relacione con un sentimiento de satisfacción, de amor propio y de autoestima. Celebrar el orgullo es entonces celebrarse a sí mismo, y este acto de autoafirmación es fundamental cuando se vive al margen de lo que las normas sociales dictan. Implica festejar en público lo que durante mucho tiempo tuvo que ser privado. Es, pues, un acto de resistencia.