Ilustración de Aimeé Cervantes Flores
“¿Después que he envejecido tendré deleite, siendo también mi señor ya viejo?”
(Génesis 18.12)
“Ay, Alfonso, perdóname”, se recrimina Doña Augusta para sí misma en la puerta de la tienda de electrodomésticos. Alfonso, su marido, murió hace tres años, a los setenta y ocho. No es que Doña Augusta no sienta profunda su pérdida, pero siente deseos de deleite que crecen en la primavera y en el verano. Respira a fondo una vez, yergue la espalda hasta donde le permite la desviación de la columna y entra con paso decidido.
El aire acondicionado alivia el calor hirviente de agosto a las cinco de la tarde. La tienda está llena de merodeadores que se benefician del fresco gratis.