[Alerta: contiene spoilers]
Hace un tiempo ya, un navegante europeo de cuyo nombre no quiero acordarme, pero inevitablemente rememoro, arriba por equivocación a tierras en las que se presume, literalmente, nadie había recorrido. Aunque en su momento se creyó enteramente que las personas que vivían en aquella zona del mundo se diferenciaban de maneras muy fuertes en comparación con quienes habían llegado del otro lado del océano atlántico, a tal grado de denominarlas como salvajes o sin alma, con el recorrido del tiempo, y con las innumerables acciones utopistas, extracciones de minerales, materia prima y mano de obra, además de genocidios, usurpaciones y listas interminables-interminables de injusticias, algunas personas alrededor del globo se han reconocido entre ellas como humanos, en el sentido de especie, nada más, porque es fácil englobar al humano en un círculo donde pareciera que caben todos, cuando en los hechos discriminatorios del día a día se evidencia lo contrario, además de que un concepto como humanidad resulta un tanto problemático debido a sus intensas adjudicaciones culturales; basta recordar que aún hay quienes piensan en la magnanimidad de algunos sectores de los humanos, dígase, el más reciente: Trump. Esto como acercamiento a Sector 9, conocida así en México.
Co-escrita y dirigida por un inexperimentado Neill Blomkamp, District 9 es un film, estrenado en el 2009, que realiza una reflexión sobre la xenofobia, el racismo, los desalojos forzados y la privatización de los bienes que las empresas ejecutan tras el telón de la opinión pública, a través de una historia ficticia que sitúa a una colonia de alienígenas en un espacio cercado y controlado por una compañía llamada MNU dentro de la ciudad de Johannesburgo. En un inicio, District 9 ha sido sacada del cajón de la ciencia-ficción convencional y galardonada en diversos certámenes debido principalmente a su forma, la cual está atravesada por dos géneros amplios del cine, cuya división se debe al tratamiento que se le da a la realidad: el documental y el ficticio. Paralelamente, a esta construcción de dos formas incrustadas en el mismo texto cinematográfico le corresponde un fragmento del relato: en la sección documental se halla el sector nueve y sus habitantes en su caracterización, es decir, de los ajenos; y, en el lado ficticio, la de Wikus Van de Merwe, el personaje principal. En otras palabras, el relato de la película está compuesto por dos ejes con su respectiva forma, estos dos ejes se interceptan en distintos puntos, como cuando Wikus Van de Merwe se dirige a la cámara para hablar sobre su labor en MNU, no obstante, para la realización del relato, cual forma con su tal contenido, una cumple una función de la que se nutre la otra y viceversa.
El documental se ha caracterizado por ser un género cinematográfico en el que el discernimiento de la realidad se inclina hacia un discurso crítico cargado de ciertos sistemas de pensamiento por el cual se apela un problema general; en este tipo de películas se suele acudir con investigadores o comentaristas del tema, elemento que Blomkamp toma de manera minuciosa, entrevistando a “especialistas” de esferas sociales, culturales, antropológicas, etnológicas, de ingeniería y de la opinión pública, insertando a personas allegadas a Wikus Van de Merwe, personaje que conforme avanza el film, se muestra como un ente cambiante, reflexivo en la marcha, siempre haciendo, ya sea por impuesto propio o ajeno, y que representa una cuestión continua para el espectador durante el inicio y vira agresivamente en el punto de flexión.
Por otro lado, la ficción funciona como artificio mediador del discurso crítico que usualmente se le adjudica al documental, es decir, District 9 es una fuerte revisión a la historia sudafricana –se ha dicho que el título hace referencia al denominado Distrito 6 de la Ciudad del Cabo– de segregación social y cultural que se espejea con un especismo llevado al borde de la hoja, donde los humanos se han puesto en contacto directo con seres de otro planeta y han decidido tomar control sobre ellos por encima de su propia predicación, claro, genialmente unido a la problemática global de hallar seres no-humanos. Durante un momento, un hombre dentro del formato documental menciona: “Si fueran de otro país lo entenderíamos, pero ni siquiera son de este planeta”, palabras que hoy evocan los eventos acaecidos durante el último año en Europa por su relación con los refugiados de Siria, y más atrás aún con los inmigrantes de América Latina, o más allá en el tiempo con la planeación de un muro que divida a dos naciones, y demás sucesos históricos. Con esto no quiero que se entrevea este texto como una propuesta despreocupada que pretende la unión de la naciones y culturas, porque, se sabe, hay una multiplicidad de complejidades que hay que considerarse antes de lograr asir el espectro que un individuo repara cuando es incluido o es excluido, por ejemplo, el factor siempre presente de la economía. Por lo tanto, Blomkamp crea un filme donde se mueven paralelamente dos secciones -la documental y la ficticia-, sólo que hay momentos de primer plano para cada una, además de los elementos que se hacen presente en una u otra sin previo aviso. Tenemos el Uno y el Otro. Ahí aparece Wikus Van de Merwe del comienzo al final.
¿Quién es Wikus Van de Merwe? Al principio, un hombre casado cuyo mayor triunfo es obtener un ascenso en la empresa para la que trabaja, mantener una vida fácil de sobrellevar, notificando a los extraterrestres del distrito nueve su reubicación en otro lugar con toda normalidad. “Todos decían que Wikus no era listo…” señala un personaje en medio de la entrevista, y sus pequeñas y repetitivas torpezas así lo prueban, sin embargo, Wikus cambia cuando es obligado a hacerlo para lograr sobrevivir y seguir con su vida como humano y no como lo que su brazo presagia: una alteración entera de su cuerpo para convertirlo en un no-humano, en el ajeno. Durante los siguientes momentos, tras vivir un episodio de extremo nerviosismo y miedo, tras colocarse en una posición infranqueable de disposición para ‘curarse’ y reanudar su existencia como humano, resuelve continuar su existencia como Wikus, sólo que en apariencia de no-humano, entregándose a la esperanza de un regreso para la aceptación de sus congéneres. Aunque es cierto que en la consumación del cuerpo humano de Wikus se manifiesta la absorción que el grupo minoritario hace de uno de los individuos que pretendía perjudicarlos, el acto voluntario de ofrecer, como consecuencia, su subsistencia como humano –al menos temporal– para engendrar la creencia de una reivindicación de la colonia alienígena, devela la decisión, la posibilidad de la comprensión del ajeno a través del despojo del mismo cuerpo, de la materialidad, mas no de la presencia.
En la escena final del film se halla una última revelación fundamental, quizás la más conmovedora, donde se puede observar la presencia de Wikus Van de Merwe, éste y aquél, en un acto sospechado, más allá de un gesto a su esposa -que sí-, que se traduce en la perceptibilidad táctil y ocular de una flor hecha de restos de basura, en la trascendencia de un sentimiento que va en contra de la opinión pública, que se manifiesta como un hecho que constata la memoria y, más aún, el reconocimiento de quien fue y sigue siendo a pesar de, a pesar de.
Autor: Juan Manuel Noguez. Estudiante de Letras Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Miembro fundador de Producciones IDM. Entusiasta del cine y la literatura. |