Collage por I.A. Bosco
A través de unos nueve años de creación musical personal, ninguna idea sobre underground o alguna escena específica han llegado a colmar o calmar mi deseo de exploración artística. De tales lugares, he aprendido lo relacionado con aquello que no deseo hacer ni tener para mi arte. Principalmente, se encuentra aquí el no desear priorizar una estética específica y sus parámetros sobre la totalidad y multiplicidad de lo que la creación musical y el arte en general pueden lograr. Yo quiero todo, quiero la cosa en sí, quiero llegar ahí donde la música es, ahí donde el sonido es, ahí donde la ola se forma y se quiebra, ahí donde el trueno se forma y se cae. Son su formación, trayectoria e impacto lo que me interesa, esa intensidad total del golpe de la realidad, más allá de cualquier categoría o teoría, ahí donde las cosas son. Bliss y nada más que bliss. Exceso total.
Gran parte del trabajo musical siempre me ha parecido que tiene que ver con enloquecer, con vivir en euforia, con ese arranque e inspiración, pero eventual y necesariamente con la entrega, el sacrificio, la responsabilidad y el compromiso. El corazón se avienta ciegamente hacia su quijotismo y promete nunca volver, pero he aquí que vuelve triunfal, maduro, sobrio, siempre en el eterno devenir de su eterno devenir. Es una promesa de amor, música, júbilo, arte y ciencia.
No deseo tomar ningún atajo ni remedio milagroso para ello: lo quiero todo, al mundo y su arte, en lucidez de espíritu. Esto significa decir que sí a pesar de todo. Me parece que eso es lo que llaman vivir. Ahí donde el conflicto es reconocido como la realidad que define, condiciona o al menos ofrece un bosquejo sobre aquello que la realidad es, ahí es donde amor y pensamiento se unen y traen, con la paciencia y el estudio, nuestra supervivencia.
Avanzando un tanto (pero no tan lejos) aquello que el pop es me resulta algo así como la estética sobre las estéticas, el género sobre los géneros, la música sobre la música. Me resulta sencillo afiliarme a él por sus contrastantes cualidades, por lo inocente y sensible de su aprehensión del mundo. Oscilar entre lo demasiado familiar, pero lo demasiado “allá afuera”. Ahí es donde quiero estar, en esta nube, esta tormenta, esta marea de colores desobedientes, algo tontos, insolentes, amateurosos, excesivos, cringezcos, medio innecesarios y medio simplones, apenas contenibles en sus ganas y energías de existir que siempre amenazan con pintar al mundo de un rosa pastel chillón fosforescente y vomitivo.
Puedo sentir ese combate, entre lo épico, lo erótico y lo majestuoso en conflicto con lo burdo, lo cursi y lo obsceno en Wagner, en su Der Ring des Nibelungen, en su Tristan und Isolde. Puedo sentir este choque en la Novena y Séptima de Beethoven, así como en el Requiem de Mozart. Puedo sentir esas ganas de expresar esa música que sea color puro, impacto puro, psicodelia total, un producto erótico expresado sensiblemente que deja una estela de fuego a su paso, una expresión de sonido pura, música por el gozo de ser música, una revelación total; directa, superficial, alcanzando al cielo a través del artificio. ¡Creándole mas bien! Aaaaah sí, Pure Pop Perfection. Ahí es donde quiero estar.
No quiero ni necesito un arte que critique, que parodie, que comente ni que sobreanalice. No puede haber una distancia cool ni un desapego irónico a nuestra labor artística. Lo que habrá es inocencia y error constantes y en abundancia. Quiero un arte que explote en amor real, que no tenga miedo o, mejor aún, que viva y sea a pesar del miedo. Quiero esa perfección plástica, esa revelación, ese momento que altera la vida misma, que te avienta, en cuerpo y alma, hacia crear, hacia la aventura del pensar y del arte.
Me parece que el siglo XXI, en toda su corta edad y juventud, posee el terreno perfecto para tal arte. Confío en el poder, experiencia y firmeza otorgados por la valentía de la aventura artística. Confío en que todos nuestros quijotismos, de persistir en sobriedad, paciencia, esfuerzo y lucidez, terminan en devenir en algo más allá del inicial romance. Qué es ese “algo” aún lo desconozco, pero cada día siento cómo viajo hacia allá. Espero que cada día en esta tierra sea así, que implique ir hacia ello, sea lo que sea. Inevitablemente, el alma va hacia lo que es bueno para ella; lo mejor es quitar toda compulsión de su camino.
Veo un mundo con una fuerte crisis artística, queremos que consuele, queremos que transgreda, queremos que resuelva y que comunique pero, al final, a través de ello, le exigimos que funcione, que sea útil, que nos cumpla. Le llenamos de todo tipo de agregados sociales y políticos, de esperanzas y exigencias personales. Lo anterior le roba parte de su inocencia, de su inutilidad e impacto.
Veo un futuro, aquel que goza de un arte jovial, de una exploración y experimentación llena de alegría y descubrimiento. Veo el futuro de nuestro arte, aquel con menos trauma, menos depresión, menos transgresión. Veo y siento a ese arte cautivado, fascinado, deslumbrado, maravillado y en éxtasis de y por su amor. Veo la inocencia de todo aquello que es pop jugando un gran papel en el desarrollo de este arte desde hace ya algunas décadas.
No hace falta ser un intelectual para ser un intelectual, ni hace falta ser raro para ser raro. Sólo se necesita ese verso, ese puente y ese coro que siempre nos reunirá, al final, en ese gran y erótico cantar.