Fotografía de Adriana Villegas
Durante 2018, en una cafetería de la Ciudad, Andrea L. de Aragón y Salomón Mondragón compartían sus impresiones sobre «El rinoceronte», un cuento de Eugène Ionesco. Tras decidir adoptarlo y traerlo a la vida, florecería, primero, la compañía Sonámbulos Teatro, y después, una obra teatral que, sin que nadie pudiera anticiparlo, debería atravesar una pandemia mundial para estrenarse y, más importante aún, para encontrarnos en un tiempo donde todxs nos hemos tenido que refugiar de un exterior que marcha a un ritmo cada vez más hostil y apabullante.
La premisa de Ésta no es una obra de Ionesco puede ser fácil de enunciar: el avistamiento de un rinoceronte suelto en las calles de la ciudad desbordará una serie de conductas políticas, sociales y morales de las que ya no habrá vuelta atrás para ningún habitante. Partiendo de aquí, su argumento nos adentrará en una algarada que desmenuza, cuestiona y pone sobre la mesa aspectos de la cotidianidad que, aunque tal vez hemos escuchado antes, jamás se nos habían mostrado con un encanto y carisma como el que estamos a punto de presenciar.
La inteligencia de esta puesta en escena es seductora. Como en un platillo donde todo se come y su sabor te acompaña hasta la última moronita, todo lo que se nos ofrece tiene una razón de ser. Cualquier foco se vuelve sol, colores y hasta televisión, todas las prendas son precisas, decidoras y hechas a la medida, el sonido protagoniza o secunda con gallardía cualquier escena cuando llega su momento, sin temor a explorar todos los recursos análogos y digitales que el teatro ofrece. La escenografía es una maravillosa y elegante muestra de practicidad, con un pequeñísimo compendio de elementos recorremos distancias, subimos alto, vamos a la plaza, a un bar de mala muerte y a veces al trabajo (pero ojalá no). Las actuaciones son impecables, detalladas y tan naturales que desde el primer momento es fácil seguir a cualquiera de los personajes, aun cuando los talentos camaleónicos del reparto nos presenten tres personajes en una sola actriz, un personaje en dos actores, o una magnificiente bestia formada de los restos de una comunidad.
Con un guión fluido y claro (en dicción [#GraciasElenco] y contenido [#GraciasGuionistas]), la obra se desdobla en melancólicos monólogos, pláticas divertidas e hilarantes y divertidos momentos de algarabía en los que podemos asomar el oído a cualquier rincón del escenario para encontrar una frase que nos alegrará la noche. Pero, querida lectora o lector, por alegrarnos la noche no me refiero a que esta obra sea un cuento de hadas. Los Sonámbulos nos llevarán de la mano a una sarcástica e irónica exploración del ser social. ¿Qué significa pertenecer a la manada? ¿Qué tanto de ella podemos tolerar para seguir siendo parte? Cada unx de nuestrxs personajes desenmaraña los nudos que los lazos sociales forman con nosotrxs, o mejor dicho: se enreda en ellos y para luego pasearse por el escenario. Aquí, dentro y fuera son lugares muy lejanos y lo que hay en cada extremo es trágicamente indescifrable.
De forma sutil, todo a lo que sentimos pertenecer será puesto en duda frente a nuestros ojos. Nos encontraremos con las posibilidades de la destrucción, de aceptar la naturaleza y su movimiento. Tras una época donde el exterior fue marcado por el peligro, la duda y una moral colectiva que atropellaba nuestras individualidades, que no entendía peros ni excepciones; tras meses de separación, exclusión, búsquedas y esperas, donde cada quien tuvo que trazar líneas por su propia supervivencia, Ésta no es una obra de Ionesco llega como un abrazo para todxs quienes pasamos tanto tiempo sintiéndonos aparte. Porque en una época de temblores y ruido, un problema planteado de la manera correcta es consuelo de sobra.
Por último, y poniendo las cosas mucho más personales, quiero agradecer a todas las, los y les Sonámbulos, y a cualquier otra persona que haya contribuido de alguna manera en perseverar hasta traer esta obra a los escenarios; hace dos años tuve la oportunidad de conocerla en sus ensayos, pero antes de verla finalizada comenzó lo que ya todos sabemos y el mundo se nubló de una incertidumbre perpetua. Poder reencontrar a esta compañía apropiándose de un espacio como lo es el Helénico, después de todo lo que hemos vivido en este tiempo, me deja claro que cuando se tiene la determinación de caminar y avanzar por lo que se ama, de luchar por moverse, cualquiera podemos ser una estampida indomable.
Ésta no es una obra de Ionesco, ganadora del 27.° Festival Internacional de Teatro Universitario 2020, puede verse cada miércoles a las 20 h hasta el 15 de junio en el Teatro Helénico, a cargo de Sonámbulos Teatro.
Autor: Juan Muciño Díaz. (México, 1996). Artista visual mundialmente desconocido. Estudió Artes Visuales (FAD, UNAM) con especialización en Arte Sonoro e Instalación. Ha expuesto en espacios como Mvseo Privado, Espacio MUNO y la Antigua Academa de San Carlos, ha escrito para Palabrerías, Revista Híbridos, Revista Zompantley Primera Página. Platica mucho en clase.