Las travesuras de la niñez pueden tener diferentes propósitos. Algunas de ellas, al más fiel estilo de la inocencia, incentivan cambios personales poco probables en otras circunstancias. En ocasiones, nos recuerdan asimismo que no todo gira alrededor de los adultos, sino que también los menores tienen la capacidad de engarzar historias, modificar las relaciones interpersonales o influir en la mejoría de cada individuo. Una pequeña mentira (Fourmi, 2019), dirigida por Julien Rappeneau, nos lleva a través de esos senderos, donde nos demuestra que, en ocasiones, una mentira puede impactar más que una verdad en la vida.
Théo (Maleaume Paquin) es un niño con un talento innato para el fútbol. Sin embargo, su felicidad en la cancha no se parece a su sentimiento dentro de su vida familiar, pues su padre (François Damiens) se ha divorciado de su mamá (Ludivine Sagnier), tiene problemas de alcoholismo, no tiene trabajo ni casa propia y, además, se encuentra deprimido. Un día, su equipo recibe a un visor del Arsenal, en principio interesado en Théo, pero que finalmente decide rechazarlo; no obstante, el joven futbolista le mentirá a su padre al hacerle creer que ha sido seleccionado para formar parte de las fuerzas básicas del equipo inglés. Todo ello con un propósito: motivarlo para cambiar su vida de una vez por todas.
Una pequeña mentira puede resumirse en tres grandes temas: 1) la inocencia, 2) la paternidad y 3) las consecuencias de la farsa. Estos ejes se entrelazan constantemente durante todo el filme de Julien Rappeneau. A través de un toque de comicidad, el director busca mostrar una anécdota entrañable, de temas importantes y delicados sobre el desenvolvimiento de las relaciones entre padres e hijos. No es sencillo caracterizar, desde esta perspectiva, la decadencia o la mala influencia de un hombre hacia su hijo; en este sentido, la película no martiriza al personaje, pero sí lo dota de una cualidad de superación de sí mismo que puede no ser tan sencilla a simple vista.
La paternidad de Laurent es nociva para el propio Théo: el hombre tiene actitudes violentas, es un alcohólico y se aprovecha de sus circunstancias; desde esta perspectiva, su padre refleja la figura del machismo y sus privilegios. Estos rasgos se potencializan con el estereotipo del “hincha» o el seguidor fanático del fútbol. Laurent es, desde toda perspectiva, un ejemplo tóxico y malo para su hijo. En este punto, entra la inocencia del niño, además de sus deseos benévolos, dentro del encuadre de la película: el fútbol.
Théo encuentra en su padre, a pesar de sus defectos, el único vínculo de crecimiento e interés futbolístico, rasgo que no encuentra en su mamá. Ésta es la gran razón para la hechura de la mentira, por lo que toda la cinta se desenvuelve a través de las consecuencias y el crecimiento de la misma, cual bola de nieve, hasta el momento de su descubrimiento. La ilusión y la desilusión se conjuntan desde los dos personajes centrales; por un lado, Théo pretende dar un estímulo a su padre; por otro, Laurent acepta la mentira para cambiar radicalmente su forma de ser, a pesar del constante entorno de desilusión en su vida.
He aquí, desde mi perspectiva, que la película de Rappeneau idealiza el desarrollo del personaje, sin dotarlo de todos los factores consecuentes de sus defectos. La trama gira alrededor de Théo y, desde este ángulo, matiza para bien o para mal las características de todos los personajes. No obstante, la representación del padre termina por ser igual de compleja y nociva para el niño. El cambio, motivo de la mentira, se convierte de esta forma en el cierre ideal de una película que busca crear una historia entrañable, pero que resta en verosimilitud por el desenvolvimiento poco natural de Laurent.
Una pequeña mentira se estrenará el próximo 8 de octubre, y forma parte de la selección de películas del Tour de cine francés de este año. En medio de un contexto pandémico, su historia propone un encuentro con la inocencia y el ideal que tanta falta puede hacer en un ambiente como el actual.