Los vínculos de hermandad —fuera de los lazos consanguíneos— permiten crear redes fraternales entre los seres humanos. En el caso de las mujeres, la palabra «sororidad» designa a esa estrechez de apoyo mutuo, constante, empático y enteramente femenino. Lo que queda de nosotras (2019), o The rest of us, es una muestra fiel de ello. Aisling Ching-Yee, directora de la película que formará parte de la Segunda Semana de Cine Canadiense en México, entrama una historia de giros, grandes personajes y distintas representaciones femeninas.
Cami (Heather Graham) es madre de Aster (Sophie Nélisse), una joven adolescente rebelde. Pronto se enteran de la muerte del padre de Aster, quien además estaba casado con otra mujer luego de su divorcio con Cami. En el funeral, ambos se reencontrarán con Rachel (Jodi Balfour), la mujer viuda, y su hija Talulah (Abigail Pniowsky), por lo que descubrirán un giro radical en sus vidas. Esto orillará a las cuatro mujeres a establecer una extraña y nueva relación que, a la larga, les permitirá conocer secretos y reconocerse como mujeres.
Los 80 minutos que dura la película son una muestra perfecta de síntesis absoluta. Los nudos de la historia se desenvuelven paulatinamente, mientras otros se crean despacio y se develan de a poco pistas que permiten al público conocer un poco más de cada personaje. Los roles en las relaciones se modifican al tiempo que se abandonan las categorías de victimarias y culpables, pues en el fondo cada una ha padecido y sufrido a su manera. En este sentido, la película plantea un drama muy bien desarrollado que se construye a partir de la comunicación entre las mujeres, sus tensiones, sus discusiones, sus temores, sus anhelos y sus problemáticas.
Caben destacar los paralelos con los que juega Aislin Ching-Yee, pues contrastan sus personajes maternos con sus respectivas hijas. Las mujeres, sin excepción alguna, sufren, modifican sus pensamientos, sus personalidades y su madurez. Todo ello desde el cobijo mutuo, la sinceridad y la empatía que les permite desarrollar la sororidad. El drama crece cuando a pesar de toda «lógica» se genera una relación sorpresiva y sincera entre todas ellas.
«Lo que queda de nosotras», la frase en sí misma, alude a un estado fragmentario; a una consecuencia, en el caso de la película, que deja a la deriva un estado de completud. De cada una queda poco, en apariencia, aunque en el fondo no sea así. La fraternidad femenina les permite desarrollarse y conocerse a sí mismas para establecer mejores relaciones. Así, la hija rebelde se vuelve consciente de sus actos; Cami acepta sus errores; Rachel revalora su nueva vida y Talulah lucha contra la pérdida de su padre desde el cobijo que le brinda la compañía femenina y una madurez admirable. En el fondo, la figura masculina es el pretexto en el filme para unir a estas mujeres, quienes aprenden de su propia existencia desde el dolor de ellas mismas.
La película destaca por ser un drama sobrio, bien contado, que busca cimbrar al público desde los afectos y desde las complejidades en las relaciones humanas. Esto se logra desde las actuaciones, bastante realistas y completamente verosímiles. Destaca la pequeña Abigail Pniowsky, quien desde el papel de Talulah se muestra como una niña fuerte, madura y fraternal, que además funge un papel importante hacia su media hermana, Aster.
Lo que queda de nosotras es una apología a la solidaridad, la empatía, a la sororidad. Aisling Chin-Yee nos tiene una excelente muestra de esta nueva edición de la refrescante y joven Semana de Cine Canadiense en México. No te la pierdas, del 20 al 26 de marzo en la CDMX y a partir del 27 al 4 de abril en diferentes partes de la República.