El Midsommar es una celebración anual entre el 20 y el 26 de junio, en la que los suecos se reúnen en familia para recibir el verano. Todo es cubierto de flores y con elementos de colores de la bandera sueca para celebrar que a partir de ese momento serán días de 24 hrs de luz. Sin embargo, Ari Aster genera con esta celebración lo que hizo Steven Spielberg con los tiburones: terror.
Con un preámbulo como Hereditary donde creó un horror místico y familiar, Ari Aster creó expectativas bastante altas al anunciar su nueva película, Midsommar.
Dani acaba de sufrir una pérdida familiar irreparable, lo cual la sumerge en una gran depresión. Su novio, Christian, la invita a un viaje de nueve días a Suecia donde asistirán a un retiro espiritual que le servirá de distracción de toda la pena que está viviendo. Al llegar al lugar, se da cuenta que no podría ser más perfecto para descansar y reencontrarse con ella misma. ¡Aun así no se dará cuenta que el terror no espera a la noche!
Hereditary es ya un clásico del cine de horror actual. De hecho, ya pertenece al genero llamado art horror house, donde películas como Get Out (2017) de Jordan Peele, The witch (2015) de Robert Eggers, It follows (2014) de David Robert Mitchel y Us (2019), también de Peele se encuentran catalogadas. Este género no consiste precisamente en asustar de manera directa al espectador, pues no utiliza los mismos recursos que usa el slasher o clichés narrativos que son comunes y predecibles. No hay susto fácil, si es lo que buscas en una cinta como esta. Es aún mejor al ser construido a mano y con la intención de que el espectador piense cuál es el verdadero horror, si un gato saltando frente a ti en la oscuridad o bien que seas manipulado por entidades y deidades que no se ven o que no conoces.
Midsommar explora más allá del típico horror de ser asesinado o ser perseguido por un loco con una sierra o un cuchillo. Incluso tampoco se refugia en querer espantar con exorcismos trillados y efectos especiales para que no quieras ver la pantalla. Esta película te introduce por medio de ilusiones visuales en un viaje ácido, donde todo parece un sueño que estás experimentando bajo la influencia del consumo de alucinógenos. Tan es así que al terminar la película puedes salir extenuado, agotado de todo lo que viste al pensar en lo que iba a pasar y también de adivinar qué seguía dentro de la historia o con los personajes.
El horror está compuesto de elementos diferentes al del terror. Algunos de ellos son los temas espirituales, místicos, criaturas o monstruos e incluso la ciencia ficción puede mezclarse. Ejemplos muy claros son Mandy (2018) de Panos Cosmatos y The Void (2016) del dúo direccional Jeremy Gillespie y Steven Kostansky. Estos ejemplos muestran perfectamente el estilo que Ari Aster pretende plasmar con su nueva película, aunque, desde mi percepción, aun así lo noto mucho más refinado, artístico y cercano a lo hecho por Luca Guadagnino en Suspiria (2018).
Al mismo tiempo, Midsommar aborda un horror más sicológico al profundizar en los miedos personales de Dani, su protagonista. Desde el inicio, cuando la historia establece en quién debemos colocar nuestra mirada y atención, nos damos cuenta de que el contexto del personaje y el suceso que lo aqueja serán primordiales para el horror que te causará más adelante. No obstante, el principio será lo más oscuro, literalmente hablando, que verás en la película.
Al ser un país nórdico que tiene temporadas de oscuridad absoluta y también días de luz continua, el verano está lleno de sol aunque sean las 12 de la noche. A este efecto se le llama «sol de medianoche» y es el recurso fotográfico que Aster utiliza para hacer un terror verdaderamente luminoso que no espera a que caiga la noche para suceder. Este recurso hace que todos los horrores que presencias causen un contraste con la luminosidad de las escenas. No hay sombras que espanten, tampoco ceguera por la oscuridad y mucho menos saldrá un gato de algún lado para hacerte saltar de tu asiento. Aquí todo es diferente y nada es predecible.
Quiero resaltar mucho que todo lo raro que se ve en la pantalla es gracias al excelente manejo de cámaras y la fotografía. Todo está lleno de tomas abiertas para que seas tú el que busque el suceso que está pasando en la escena y no obviar la intención del susto. Es como un pintura impresionista con un asesinato oculto… o el retrato de Van Gogh sin oreja.
Estoy seguro de que si te gustó el trabajo anterior del director y no tuviste problema con su duración, Midsommar será todo un agasajo y no decepcionará absolutamente a nadie que admire el estilo de Ari Aster.
Alcemos los cáliz y que comiencen las fiestas, ¡Skål!