¿Cómo superar un trauma? ¿Cómo regresar a la normalidad después de vivir un acontecimiento que nos remueve y cambia profundamente? ¿Cómo conectar nuevamente con unx mismx después de experimentar algo así? En años recientes, diversas producciones cinematográficas han explorado distintas maneras de lidiar y sobreponerse a eventos dolorosos. Tal es el caso de la serie sueca de Netflix Arenas movedizas (Pontus Edgren, Martina Håkansson, 2019), la serie estadounidense I May Destroy You (Michaela Coel, 2020) o la película ucraniana Butterfly Vision (Maksym Nakonechnyi, 2022), entre muchos otros ejemplos.
Si bien cada obra aborda el proceso de sanación a su manera, los temas que se problematizan son los mismos que aquejan a nuestras sociedades actuales: la guerra y sus diversas víctimas, la radicalización política, los atentados terroristas, los tiroteos escolares, el racismo, la violencia sexual. Por ello, las heridas mostradas en estas producciones no son únicamente individuales, sino colectivas.
Siguiendo esta línea, Memorias de París (Alice Winocour, 2022) llega para elaborar nuevos retratos y respuestas ante el trauma. El largometraje, cuyo título original es Revoir Paris, retoma de manera indirecta un suceso muy doloroso de la historia francesa contemporánea. Se trata de los atentados terroristas de Bataclan, ocurridos en París y el suburbio de Saint Denis el 13 de noviembre de 2015, en los que 130 personas murieron a manos de tres terroristas yihadistas.
La película de Winocour comienza mostrándonos la rutina cotidiana de Mia Loreau (interpretada por Virginie Efira), una mujer parisina que trabaja como intérprete y traductora de ruso en un programa radiofónico y vive con Vincent, su pareja. Un sábado por la noche, Mia va de improviso a un restaurante para tomarse una copa. Poco antes de marcharse, se ve envuelta en un tiroteo, perpetrado por un solo terrorista, que termina con la vida de muchas personas y deja heridas a un montón más. Quienes consiguen salvarse, como Mia, lograron esconderse el tiempo suficiente.
Después de sobrevivir al atentado, Mia se va al campo por unos meses. Al volver a París, busca desaparecer la herida en su abdomen, una primera respuesta muy frecuente ante el trauma: pretender que no ocurrió, esquivar los pensamientos al respecto. Sin embargo, la protagonista termina por volver al restaurante, el lugar de los hechos. Al inicio, pareciera no haber ocurrido nada, pues la gente come como siempre y el personal actúa tranquilo. La situación que se perfila es bastante compleja. Por un lado, está la dificultad de reconocer la existencia del trauma cuando el resto de las personas actúa con normalidad. Por el otro, la pregunta de cuánta validez tiene si sus consecuencias permanecen ocultas, veladas por el dolor y el desconcierto individual.
Memorias de París ofrece un retrato —esquivo a lo melodramático y sensacionalista— de cómo el trauma altera la vida cotidiana. La incapacidad de estar presente, la sensación constante de inquietud, el no poder disfrutar de las cosas sencillas, la tendencia a aislarse. Esa noche en el restaurante se vuelve un antes y un después en la vida de Mia, al punto de afectar las relaciones de sus círculos cercanos. A partir del atentado, se convierte a ojos de los demás en una víctima, una persona frágil con la que se debe tener cuidado, con la que ya no se puede convivir de manera habitual. Cansada de esto, Mia comenzará a relacionarse muy estrechamente con otrxs supervivientes y afectadxs por el atentado, las únicas personas capaces de entenderla.
Antes, la gente confiaba en mí, me contaba su vida. Eso me gustaba. Ahora, es todo lo contrario. Es como si me hubiera convertido en una especie de atracción.
Mia
Recordar resulta fundamental para recuperarse de un trauma. Es necesario juntar las piezas del rompecabezas para encajarlas con paciencia y perseverancia. Mia no recuerda nada de su estancia en el restaurante. Por ello, serán otras víctimas del atentado quienes la ayuden a rehacer sus pasos aquella noche. La copa de vino que pidió, la tinta que chorreó su pluma fuente y embarró sus manos, su ida al baño, unos instantes antes de que comenzaran los primeros disparos. “Tiene suerte [de no recordar]”, le dice Thomas, un hombre a quien tuvieron que reconstruirle la pierna debido a los impactos de bala.
Memorias de París plantea la necesidad de recordar como un trabajo colectivo y no solamente individual, de la misma manera como lo fue sobrevivir. Mia, escondida en el sótano de la cocina, esperó junto a un cocinero a que el tiroteo terminara. La mano del cocinero tomando la suya, el gesto a través del cual él le mostró su apoyo, le dio la fuerza suficiente para soportar el infierno del paso del tiempo.
Sin embargo, el ejercicio de recordar colectivamente también abre el debate sobre la fiabilidad de la memoria, especialmente ante un evento traumático. Una mujer acusa a Mia de haberse encerrado en el baño tras los primeros disparos, sin abrirle a nadie, provocando la muerte de potenciales supervivientes. ¿Qué porcentaje de un recuerdo es, entonces, fiable? Sobre todo, cuando son varixs lxs que recuerdan y las versiones se entrechocan.
Alice Winocour privilegia una perspectiva múltiple en su película. Diversos personajes comparten su experiencia, todxs desde una posición y circunstancias específicas. Mia, que estuvo en el atentado, pero apenas lo recuerda; Thomas, quien recuerda todo con claridad; Félicia, que no estuvo en el restaurante, pero cuyos padres murieron allí; Vincent, que no estuvo en el ataque, pero desearía haber estado para entender y acompañar a Mia en su recuperación; Assane, para quien el ataque terrorista conforma una dificultad más en una vida llena de momentos complicados.
Memorias de París propone el cuidado de lxs demás como una forma de sanar las heridas. Así como Thomas y Nour —una cocinera del restaurante— ayudan a Mia a reconstruir los sucesos de esa noche y a buscar al cocinero que estuvo con ella, Mia acompaña a Thomas en el hospital y lleva a Félicia al último museo que visitaron los padres de ésta. A través de la ternura hacia lxs otrxs, Mia comienza a reponerse de sus heridas —físicas y emocionales— y vuelve a esperanzarse.
Ahora bien, los temas políticos se advierten a lo largo de toda la película. Los atentados terroristas, percibidos como cada vez más comunes en los países europeos occidentales, conforman el más evidente. Sin embargo, Memorias de París también expone las dificultades adicionales a las que se enfrentan lxs migrantes indocumentadxs que trabajan en estos países. Sus nombres no figuran en los registros de lxs heridxs ni muertxs por el atentado. Incluso después de lograr sobrevivir a él, tienen que escapar para que lxs policías no lxs identifiquen y lxs arresten por no tener papeles.
Se dice que si los senegaleses, los malienses y los esrilanqueses se pusieran en huelga, nadie comería en París.
Assane
Si quieres atestiguar el armado de este rompecabezas afectivo, político y psicológico, Memorias de París estará disponible en cines del 21 de septiembre al 25 de octubre como parte del 27º Tour de Cine Francés en México. ¡No te la pierdas!