Collage por I. A. Bosco
El disco es el medio artístico a través del cual la producción musical visualiza y manifiesta aquello donde creará diferentes formas. Llamar “dónde” al espacio en que el disco se crea y eventualmente sucede me parece una guía para entender las formas y composición del mismo. Si el disco es donde se despliega una narrativa musical, o simplemente música tal cual (aunque insistiría en que el elemento narrativo le es inherente), invitaría a intentar visualizar ese espacio mental como el lugar perfecto en que crear un disco siempre está apuntando. Un lugar donde la música ya existe en perfección y hacia donde nosotros, los artistas, siempre estamos intentando llegar. Un escenario invisible en donde existe y se presenta toda la música. El estudio/escenario perfecto.
En apariencia, un objeto tan inmaterial como el contenido de un disco, tan evasivo pero al mismo tiempo obvio en sí, parecería no favorecer su estudio o de ningún medio realmente. Sin embargo, es justo aquí donde el pensamiento abstracto ayuda a alimentar un proceso clásicamente observado como perteneciente en su totalidad al obrar técnico y material. Es precisamente mi intención alimentar este obrar de una necesaria parte artística y conceptual, sintetizar en busca de visualizar y desarrollar el medio de una forma más completa. Empecemos por avanzar en ciertos puntos para adentrarnos más y más en nuestra investigación.
La forma es el desarrollo del contenido en sí. El límite conceptual del disco precede a su límite material, de mantenerse en comunicación, alimentarán el informarse y desarrollar a su medio artístico. Tengamos muy en cuenta que lo que aquí buscamos estudiar es la composición y la producción del disco como tal.
Siendo así, no empujaría la noción de entenderlo como un concepto abstracto; lo que señalo es que no contamos con estudios que sistemáticamente expongan paso a paso la confección de uno, contrario a, por ejemplo, cómo escribir un guion o una novela. Véase como que la creación de un disco no cuenta con referencias técnicas acerca de sus propios rudimentos, no hay un “arma de Chéjov” o un “giro de tuerca” cuando se trata de producir un disco. Sobre este terreno relativamente virgen suponemos desarrollar una labor que normalmente ha pertenecido a profesionales de la industria o a supuestos magos iluminados por la gracia de Dios a quienes se les comunica el arte en sueños. Lo que buscamos es una tercera posición hacia la producción musical y hacia la creación de un disco. Necesitamos sintetizar la sobriedad y profesionalismo técnicos con el silvestre capricho de la locura divina.
He aquí algo de mi particular interés: el disco, al ser capaz de manifestarse a través de diferentes formas, devela que aquello que debe estudiarse es su estructura. El límite (o reto realmente) de nuestro estudio consta en que el disco no cuenta con los previamente mencionados márgenes conceptuales ni rudimentos técnicos que la composición del guion, la novela o el poema cuentan. Así pues, desde su concepción, el disco es o bien descartado como una baratija novedosa comercial o inocentemente alabado y alzado como un objeto trascendental caído del cielo, ello sin nunca ahondar en qué le vuelve tal. Ambas posiciones se establecen como más allá de él y, por lo tanto, pierden de vista estudiarlo realmente.
La falta de un marco teórico-conceptual históricamente desarrollado sobre lo que es el disco ha llevado a que éste, desde sus primitivos inicios a hoy, opte por tomar prestadas todo tipo de referencias de medios mucho más determinados que él: ópera, cine, teatro, novela y así, principalmente medios en donde la narrativa es la fuerza que propulsa su movimiento y acciones. Esto ha sido un arma de doble filo, pero con seguridad puedo decir que, como todo medio artístico, sus debilidades no sólo se reducen a ser encantadoras, sino que lo propulsan a lograr lo que otros medios no pueden. Ello significa que, incluso careciendo de estos márgenes, aunque sea en noción, nos queda claro qué es un disco cuando vemos e interactuamos con uno, al punto de poder crearlo. La sorpresa y escándalo vienen cuando hacemos visible la naturaleza plástica del mismo. Lo que es en apariencia un problema para la constitución teórica y conceptual del disco (es decir, el que se entienda y conforma a través de absorber teoría y concepto de otros medios artísticos) está lejos de ser tal. El cine goza de mayor entendimiento y estudio en cuanto a absorber de otros medios se refiere, gracias a su naturaleza retinal, cuando se trata de su presente y todo abarcador uso de otros medios para lograrse a sí mismo. Me parece que esto es, en primer lugar, una condición histórica sobre el cine y el disco, la cual los vuelve acontecimientos únicos al arte. El que repentinamente apareciesen sobre la escena procediendo a absorber la información técnica y conceptual de otros medios artísticos que gozan de mayor desarrollo histórico. De esta manera, nuestro estudio y acercamiento deberá siempre tener en cuenta que estamos trabajando con plástico, con una forma de arte mutante no menos legítima por ello.
A través de su desarrollo conceptual en la segunda mitad del siglo XX, lentamente se empuja a distinguir y determinar al disco como un medio artístico capaz de contener y transmitir obras musicales populares cuyas intenciones van más allá de ser un paquete comercial preparado para venderse en masa (que tengo que agregar que es un concepto sobre el disco en sí, una de sus posibilidades, la cual sólo se vuelve tal cuando se es consciente de ello).
Lo que sigue de su etapa como una novedad tecnológica y comercial es aquella en donde artistas con diferentes niveles de acierto y popularidad comienzan a expandir la idea de éste en concepto y, eventual y necesariamente, en forma. Hay tantos aspectos positivos como negativos que señalar aquí. Sin pretender desviarnos a desmenuzarlos todos por individual (pues me parece que ello fácilmente abarca toda otra nota en sí), puedo señalar que, en sus mejores iteraciones, el disco logró desarrollarse más allá de sus previos límites, logrando introducirse como lo que insistiría es la forma más alta de lo que el arte pop o simplemente, el pop, puede lograr y, en sus peores momentos, fueron expuestos sus excesos e ignorancias de forma pomposa y olvidable. Sobre ello ahondaremos pronto.
Sintetizando para llegar al final, me parece importante señalar que el disco es quien logra que el pop, mejor que cualquier otro medio, sea en sí el bardo, el heraldo, el Orfeo de plástico del siglo XX, y hoy aún, es éste el catalizador de la dimensión mítica de un nuevo mundo, tal que sólo un nuevo medio como el disco, puede lograr bosquejar en mito. Nuestra labor es pasar del razonar sensible y representativo mitológico a un pop mucho más concreto. Entre emergencia y capricho artístico, este desarrollo no se detendrá pronto y nos toca profundizar en él.