Biblioteca Chipichipi: transformación comunitaria de los espacios de lectura 

“Lo más importante de Biblioteca Chipichipi es que existe, es real y es para otrxs”, asegura Rafael Cessa, quien después de varios años de carrera en la mediación de lectura y laborar en la Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad de México decidió construir un espacio propio que fuera una alternativa a los espacios institucionales. Chipichipi se inspira en el concepto de biblioteca pública, pues su acervo está disponible para consulta y préstamo de quienes puedan interesarse. Sin embargo, todo lo que ocurre dentro es totalmente autónomo, autogestivo, y depende completamente de él y de los esfuerzos colectivos que logre materializar.

Después de una charla con Etgar Keret, escritor israelita, e impulsado por el fin de su contrato de arrendamiento en la Ciudad de México (CDMX), Rafael Cessa se atrevió a mudarse a la Ciudad de Oaxaca para comenzar Biblioteca Chipichipi. La idea de descentralizar el arte y la cultura no fue su motivación principal, aunque muchos de esos efectos resuenan en la Biblioteca. En realidad, buscaba cuestionar los límites de los espacios de lectura para hacer una propuesta completamente personal y experimental. Los libros de las estanterías de Chipichipi son su colección personal, y prestar algunos de sus ejemplares más raros, así como ponerlos en circulación, no parece preocuparle.

Una de las características más disruptivas de Chipichipi es que se opone a las lógicas de propiedad. Rafael ha tenido que enfrentarse a las concepciones de lo privado para llevarlo al campo de lo común:

Hay muchas cosas que impiden el encuentro de las personas con los libros, y por eso para mí lo más importante en Biblioteca Chipichipi no es sólo el asunto de los libros, sino del espacio público, un espacio donde las personas puedan estar. Eso ha sido lo más difícil, porque esta Biblioteca tiene una característica muy importante: yo vivo aquí.

Rafael Cessa

El horario de actividades, entonces, se magnifica a estar abierto cuando él está y cerrado cuando no. Todas las habitaciones de la casa, excepto una que usa como cuarto, están dedicadas a los fines del proyecto.

Por supuesto, lleva controles para los préstamos, pero que la Biblioteca sea libre y liberada le permite ser flexible con los conteos, priorizar sus propias métricas y concentrarse en lo que para él tiene más significado: las personas. Según sus criterios, la mayoría del trabajo en Chipichipi va sobre él y sobre cómo su vida individual se transformó en una vida comunitaria. El espacio busca la gratuidad, lo luminoso, lo artístico, lo natural, la hospitalidad, pero el elemento fundamental de la Biblioteca es su relación, no limitada a lo literario, con la comunidad.

Las actividades que acoge Chipichipi atraviesan la lectura, pero se dedican principalmente a la interacción, el relacionamiento y la tertulia: “Todo lo que permita encontrarnos, conocernos, conversar, todo eso tiene cabida aquí”. Se han armado desde obras de teatro hasta restaurantes efímeros, concepto que se opone a la norma fundamental de no comer en el interior de casi cualquier espacio de lectura.

 De tal manera que para Rafael el trabajo cultural y el concepto de biblioteca están en constante transformación, no modulada por los discursos intelectuales sobre el deber ser del arte y la cultura, sino por las experiencias de la gente en contacto con los libros, con el espacio y con el propio Cessa. “Una de las cosas más interesantes de este proyecto es que es una conversación con las personas”. Así, las relaciones, lo intersubjetivo, y sus efectos en el espacio construido desbordan la figura formal de biblioteca.

Rafael interpreta lo vivido en Chipichipi como un programa doctoral en mediación de lectura, en el sentido de los libros, en los límites de los proyectos culturales, pero también en el encuentro con lxs demás, la vida comunitaria y el fortalecimiento de los tejidos sociales. Lxs usuarixs a quienes se dirige son sus propixs vecinxs, vendedorxs, negocios locales, alumnxs de escuelas cercanas, pero también turistas, migrantes, peregrinxs. Aunque la principal experiencia de su fundador está con infancias y juventudes, los acervos de la Biblioteca buscan ser útiles para cualquiera, todoterreno, adaptativos, transformadores y transformables.

Rafael también advierte los riesgos de romantizar su labor. No bastan los libros. Para mantenerse gratuita y activa, la Biblioteca Chipichipi requiere mucho trabajo y dinero. Hasta ahora la inversión directa de Rafael y el apoyo en especie de sus amigxs y colaboradorxs ha sido suficiente para mantener en pie el proyecto, apenas inaugurado el 20 de marzo de 2022. Este mes, por ejemplo, recibió dos generosas donaciones de libros increíbles: una de Socorro Venegas y otra de Vania Reséndiz y Guillermo Quijas. El compromiso está hecho, y los retos se asumen con seriedad. Ése es el principal consejo de Cessa para quienes quieren aventurarse a comenzar proyectos autónomos.

Por encima de la gratuidad, tiene que ser un asunto bien hecho, profundamente armado y meditado, porque si no, le estamos robando el tiempo a la gente. Ya el mundo nos quita todo, la libertad, la salud, la educación, para que todavía le robemos el tiempo a la gente. Hay cosas que se ven bonitas en una foto, pero que no significan gran cosa. Por eso aquí no me interesa tener veinte actividades al mes, sino dos o tres muy bien pensadas, verdaderamente de calidad.

Rafael Cessa

Biblioteca Chipichipi es un espacio independiente y gratuito que ofrece distintos tipos de actividades a cualquier público interesado. Ha sido sede alterna de la Feria Internacional del Libro Oaxaca 2022 y el próximo año se propone más eventos y proyectos prometedores. Se encuentra en Carretera Monte Albán 800, San Juan Chapultepec, Ciudad de Oaxaca. Tienen, además, Facebook e  Instagram