Pintura: Hilas y las ninfas, de John Williams Waterhouse
Selene y Amarilis,
bellezas mías,
voces mías,
circunstancias mías.
¿Cómo hago para evitar en ustedes?
Selene, permíteme regresar a mi pasado, a la cuna que estaba en la calle Monroe,
para esconderme entre las colchas y sentir la escucha de mi madre.
Amarilis, deja atrás el ruido de los golpes de mi padre,
la impotencia de escucharlo gritar por la pérdida de dinero.
Selene, abrázame.
Amarilis, abrázame.
Abrácenme que tengo miedo, miedo de perderme entre ustedes, entre sus memorias y olvidos, entre sus séquitos de demonios y ángeles, entre los arquetipos de un ida y vuelta que me aleje de mi cuna.
No quiero perderme entre ustedes, entre sus pechos, entre sus caderas,
entre sus labios rojos carmesí que me llaman,
que me acompañan, que me acurrucan entre palabras y olvidos.
Selene, ¿cuándo era mi cumpleaños?
Amarilis, ¿por qué dejaste atrás mi tarjeta de navidad?
Ya no sé qué me escribió por fiestas mi madre, pero aún quiero recuperar el cumpleaños.
Selene, amada mía, ¿cuándo era la fecha de muerte de mi padre? Debo llevarle flores al cementerio, pero Amarilis me ha ocultado la dirección del mismo. Estoy entre laberintos y ustedes son las paredes y las puertas.
¿Por dónde ir? ¿Por dónde huir? ¿Por dónde morir sin saber que he muerto?
Porque en este mundo de apariencias, sólo quedan los sonidos de las aves, los aromas de las mujeres, las miradas de los peatones, los maullidos de los gatos, porque nada más queda que un adiós con presencia de saludo.
Dicotomía de placeres que se esconden
en mi psiquis, en mi colectivo de palabras
que componen poemas, desórdenes, desvariaciones,
conjugaciones de ideas sueltas que van entre ustedes,
mis amadas Selene y Amarilis.
Selene, tú que reflejas preguntas en tu rostro blanquecino,
¿cuándo fue que decidí suicidarme? No tengo más espacio que el tuyo,
espejo del tiempo, moneda de plata, dulce manjar nocturno
para estos ojos que te buscan como buscan la fecha en la bitácora.
Amarilis, oscura belleza mía, libérame del pecado
como me liberas de las cargas del ayer. Ajax, Expósito, Odiseo
que navega por un mar abierto de dudas y emociones.
¿Qué eres, amada mía, sino la libertad de un dolor con presencia de fantamas?
Selene, Amarilis.
Amarilis, Selene.
Aporten la cura de un corazón que no cesa en su trabajo,
de sentidos que se pierden como se pierde un gato en celo,
porque no tengo rodillas que aguanten tanto peso. No permitan
que doblegue las rodillas como Capaneo que cedió al final.
¿Qué son sino ninfas sobre el agua subterránea que se asoma
como esperanza para el sediento? Evangelios de un alma sin pena.
Selene, ¿cuándo es el día de muerte que elegí para partir? Dame fecha,
dame inicio, dame secunda oportunidad de ser libre. Pero dime, tú que sabes todo,
tú que cargas con culpas, penas y angustias, tú que cargas con el pecado y la gloria,
tú que cargas con las memorias de María luego de ver a Cristo crucificado,
¿cómo hacer para cargar con las penas que acechan el alma?
Amarilis, belleza mía, ¿qué eres para liberarme de aquello que se menciona con pena
pero que se llora en silencio? Dime, dime y libérame. Porque aligeras la carga de un madero que me lleva al Gólgota. Porque eres como las alas de Hermes que me permiten volar sin sentir culpa de la carga. ¿Quién eres para proseguir entre Jerusalén y Belén
con un niño que será entregado a la muerte?
Aquí estoy, con el silencio de una pléyade, con la pluma en la mano,
siguiendo el trayecto del Ganges y recogiendo los cuerpos
que esperan por ti, Selene, porque en ellos habita Amarilis.
Nadie los recordará después de siete años.
Siete años, como siete los días de la creación,
para llegar el séptimo y decir «Todo estaba bien».
Selene, vuélveme a mi cuna en aquella casa de campo. Devuélveme ahí,
ya no a Monroe. Amarilis, deshazte de la culpa que cargo,
ustedes voces mías, permítanme que sea ligero como el alma que emana
de la boca de los moribundos.
Amores míos, ¿cómo construir un cuerpo?
Clavando estacas que sostengan palabras.
Botando los deshechos de aquellos huecos donde van las estacas.
El cuerpo se sostendrá entre ideas, pensamientos y placeres. Con la ida y vuelta
de una estructura ósea que será de marfil y de floripondio.
Selene, ya recordé en qué fecha moriré. Acompaña a mis tormentos.
Amarilis, olvida la causa de mi muerte. Borra la pena de mis amores.
Hoy, mañana, ayer; soy la sombra de la memoria que abandona a su huésped.
Autor: Emilio Paz Panana (Lima, 1990). Profesor de filosofía y religión, gestor cultural y director de la Revista Kametsa. Ha publicado en el Perú y el extranjero, siendo traducido a diferentes idiomas Investiga sobre la relación entre estética, poesía y educación. Ha sido acreedor de diferentes reconocimientos en el Perú y el extranjero, habiendo participado en diferentes festivales literarios y congresos de filosofía.