“El amor de Erika Ewald”: la historia de dos almas gemelas que deciden no encontrarse

El deseo no siempre aparece en el momento adecuado. Muchas veces nos enamoramos de la persona equivocada o en el momento erróneo, ya sea porque todavía no estamos preparados para iniciar una relación o por varias razones que nos impiden lanzarnos al amor y el desenfreno. Eso es lo que le sucede a Erika Ewald, una chica vienesa que da clases de piano, cuya alma de artista se siente profundamente atraída por un joven violinista, con quien comparte su pasión por la música y los largos paseos por el río Danubio. El amor a Erika Ewald (1904) es una de las novelas más conocidas del escritor austriaco Stefan Zweig (Viena, 1881 – Petrópolis, Brasil, 1942), en la que deja clara evidencia de su facilidad para describir emociones y profundizar en el diálogo interior de los personajes.

Stefan Zweig fue un conocido escritor nacido en la ciudad de Viena (Austria) en 1881. Asimismo, es considerado uno de los grandes intelectuales del siglo XX gracias a la publicación de libros como Novela de Ajedrez (1943), María Antonieta (1932) o su autobiografía que escribió poco antes de morir, El Mundo de ayer (1941).  Hijo de una familia judía de la alta sociedad austriaca, Zweig disfrutaba conversando en los cafés de su ciudad con artistas como Rainer Maria Rilke o Joseph Roth. Además, fue uno de los primeros visionarios de la unión de Europa, después de verse obligado a abandonarla al ser perseguido por el nazismo. Por ese motivo se exilió en Brasil, donde se suicidó junto a su esposa en 1942.

El amor a Erika Ewald es una novela corta, de apenas 112 páginas, sobre una chica joven e introvertida que vive por y para la música. Erika vive con su padre y su hermana Jeanette en una casa llena de tristeza y silencio incómodos. La reciente muerte de la madre arrastra al padre a una situación de pesadumbre y desánimo. Como consecuencia de este funesto ambiente familiar, las comidas transcurren sin que prácticamente ninguna de las hijas se atreva a intercambiar dos palabras seguidas con él. Asimismo, el rostro de Jeanette tampoco deja lugar a risas y alegrías, pues se cree una muchacha poco atractiva y sin demasiadas virtudes. Sin embargo, Erika rompe por completo con el esquema de su familia al tener aspiraciones más elevadas. Ella se siente joven y es soñadora, ya que tiene alma de artista. Por ende, su mayor preocupación es salir de ese entorno sombrío en el que permanece instalada.

Como en toda novela de Stefan Zweig, la música tiene un papel fundamental y casi determinante en el desarrollo de los personajes. En el caso de Erika representa la vía de escape de una vida que no le agrada y sólo le trae dolor, sufrimiento y angustia. Las melodías y las teclas del piano la trasladan a un lugar mucho más bello donde se siente libre y a gusto consigo misma.

Un día, en un concierto, se enamora perdidamente de un violinista con el que coincide en el auditorio. A partir de ese momento nace un vínculo entre ambos que les llevará a unir el piano y el violín más allá de los escenarios. Se convierten en amigos íntimos y pasan largas horas juntos con la música como protagonista. Además de ensayar colectivamente en sus respectivas casas, también hacen largos paseos por el río Danubio, lugar que presencia el intercambio de saberes de aquella pareja de jóvenes que se divierte con debates intelectuales. Sin embargo, no conciben la relación de la misma manera. Para ella el violinista es un amor platónico, es decir, sin besos, caricias, sexo, ni nada que conlleve tener una relación estable con él. Ella es feliz disfrutando de un alma gemela culta y sofisticada con la que compartir paseos y la pasión por la música. Nada más. No obstante, todo se acaba el día que el joven violinista le confiesa sus sentimientos y ella huye al no verse preparada para entregarse físicamente a él. A partir de allí, el autor vuelve a dar muestra de su gran conocimiento del dolor humano, y da un giro a la historia: cuando Erika se da cuenta de sus verdaderos sentimientos, vuelve en su búsqueda, pero él ya ha encontrado otra mujer con quien compartir esos momentos que quedarán para siempre en el recuerdo de Erika.

Centrándonos en la personalidad de los personajes principales, es importante decir que Erika Ewald cumple con el papel tradicional que la literatura del siglo XX daba a las mujeres. Es introvertida, cariñosa, sensible, inocente y miedosa, lo cual da la sensación de ser una persona vulnerable a ojos del lector. Por el contrario, el violinista es un chico atrevido (de hecho, es él quien le confiesa sus sentimientos a Erika), seguro de sí mismo y quien lleva la iniciativa en las conversaciones y en la relación. Erika siempre está a la espera de los pasos que dará el joven.

Por otro lado, es sorprendente el protagonismo que tiene la música a lo largo de la novela. No solo porque ambos personajes se dediquen a ello, sino por la presencia de elementos musicales en todo momento, como se puede apreciar en el siguiente párrafo:

Al pasar por una antigua y amplia avenida bordeada de acacias, él le contó que ése había sido el camino favorito de Beethoven, paseando por el cual había inventado muchas de sus más hondas creaciones.

Stefan Zweig, El amor de Erika Ewald, Quaderns crema, Acantilado, p. 37

En el caso de este fragmento se cita a Beethoven, y es que en varias ocasiones el autor nombra a músicos de renombre como él o Mozart. De alguna manera, con estos relatos se puede apreciar un cierto orgullo nacional por parte de Zweig hacia el pasado de Viena y de su país. También es una buena muestra de ello el carácter y el comportamiento de Erika y el violinista. Ambos encarnan a la perfección con el estilo de vida burgués de la Viena de la época, al ser personas cultas, elegantes y educadas que se divierten con conversaciones sabias y filosóficas. Un buen ejemplo es cuando el escritor describe un paseo de ambos:

Durante un rato reinó el silencio entre ellos; no era incomodidad, sino tan sólo ese miedo indefinido que la gente refinada tiene a empezar una conversación con trivialidades.

Stefan Zweig, El amor de Erika Ewald, Quaderns crema, Acantilado, p. 18

Finalmente, una de las características literarias del libro más interesantes es el uso de constantes metáforas con el paisaje y la descripción de éste, lo cual ayuda al lector a vivir la obra con los cinco sentidos:

Pero el aroma benéfico de la tierra cálida y generosa llegaba hasta ellos como un animoso saludo

Stefan Zweig, El amor de Erika Ewald, Quaderns crema, Acantilado, 36

El amor a Erika Ewald es una novela llena de sentimentalismo, cuyos personajes se complementan a la perfección, a pesar de la incertidumbre y de un final agridulce para el lector. Sin duda, Stefan Zweig consigue sacar lo mejor de sí mismo para hacernos reflexionar sobre cómo pueden cambiar nuestras vidas en el momento de tomar una decisión u otra. Se trata de una novela en la que el autor nos muestra como un amor real y sincero puede fracasar por muchas similitudes que tengan las dos personas y, sobre todo, hace gala de la vida burguesa que se vivía en Viena a principios del siglo XX con la música como telón de fondo.

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