Lentamente se aproxima la niebla, ya no posee un lenguaje ni un cuerpo, pertenece a un sueño interminable que se vuelve aburrido y agotador. Ya no puede hacer nada. Lo que no podía llegar a ser ha llegado suscitando una realidad inevitable. Se va a repetir sin saberlo, a la misma edad y con el mismo sentimiento, intentándolo.
Subraya un instante que funcionó bien, resume enfados, satisfacciones, pérdidas de tiempo, echa en falta a los que no están. Estalla en preguntas sin respuestas con todos los indicios, pero sin ningún testimonio. Adquiere el contexto de una ilusión, hace un reexamen de sí mismo, se enrolla en una desesperante actitud casi embrionaria mientras empieza a perder el aire. Imbuido en la nada entiende que se encuentra al final del camino. Un frío atroz cala en sus huesos. Lo abrazaron y lo arrastraron a través del umbral. Lo conducen a un lugar sin respuestas, sin relojes. Por inercia intenta palpar algo. Su entendimiento ocupado empieza a ceder.
Ha pasado una eternidad desde que lo sepultaron. Él y su pedestal se han cubierto de musgo. Atraviesa grandes espacios divididos con sábanas. Las plantas microscópicas abundan entre los nombres cincelados sobre las lápidas. Empieza a tomar forma de manera reveladora. La niebla lo envuelve haciendo delinear gradualmente una visión fantasmal. Las últimas instrucciones están dadas, había decidido vivir sin él. Los cuellos se estiran para apreciarlo a través del vidrio… Quiere abrir los ojos, agradecerles su interés pero no puede.
Después de semejante impacto colapsar es inevitable, es inútil que familiares y conocidos guarden una esperanza. No hay oración que valga. Muchos tienen la impresión de franquear un viaje, de discernir los contornos de un mundo fantásticamente nuevo y extraño.
En una caja todo es limitado. A pesar de las intrigantes reacciones externas prefiere asociarse al designio instalado en su casa de dos dimensiones. Proyecta un reflejo fuera de la superficie, un acontecimiento que todos considerarían como un milagro. Hay llanto y desolación, no se manifiesta a simple vista, pero sabe que tarde o temprano incursionará en el mundo imaginario de todos, después cerrará la noche y la naturaleza abrirá.
Saldrá a volar, en el mundo cotidiano sería algo imposible desdoblarse para acudir a un extremo mientras se está encerrado en otro. Levita en público, piensa que no pueden verlo, pero un grupo manifiesta su espanto ante la aparición, imposibilitados de sustentar con razonamientos esa fuerza gravitatoria llegan al cero absoluto.
El blanco constituye una especie de prolongación del sujeto, se desplaza absorbiendo la materia para multiplicarse, tiene un aspecto amorfo, pero puede también amoldarse. Un cortijo de fuerzas atraviesa el ataúd, neblinas sobre neblinas se esparcen cubriéndolo, ha desaparecido. Todo parecía tan normal y cotidiano, pero no lo era.
Autor: Juan Carlos Vásquez (Valencia, Venezuela, 1972). Participó en los volúmenes colectivos y antologías Paseo en Versos (Pasos en la Azotea, México, 2006), Hemiparesias (Visceralia Ediciones, Santiago de Chile, 2006), Poesías y aparte (el Libro y su Autor, Creaciones Literarias, Estados Unidos, 2007). Es integrante del grupo cultural Spanic Attack (Nueva York, 2004) y The Hall (Miami, 2001). Es autor de los libros de relatos Pedazos de familia (Ediciones Estival, 2000), Vulnerables (Amazon Media), Ward ‘s island, historia autobiográfica de su vida en Nueva York (2001-2006), Colapso. Poesía reunida (1999-2022). Obtuvo distinciones en los Concursos de poesía pro lingüístico y multimedia Premio Nosside (Calabria, Italia), ediciones 2005 y 2006. Finalista del concurso de microrrelato «Guka» Buenos Aires, 2018. Ha colaborado en diversas revistas y diarios tanto impresos como virtuales. Actualmente reside entre Barcelona y Alicante.