In principio erat Verbum
Juan 1, 1
et Verbum erat apud Deum
et Deus erat Verbum
El lenguaje configura la realidad en la que habitamos. Las palabras enmarcan la existencia de personas, objetos, experiencias, afectos, sensaciones. La vida existe en el momento en el que es nombrada.
Hablando del propio idioma, el origen de la conformación del español, desde su aspecto normativo, se remonta a 1492, año en el que se publica la primera gramática hispánica, escrita por Antonio Nebrija. Este documento representó el primer conjunto formal de reglas no sólo del español, sino en torno a cualquier lengua romance y manifestaba un espíritu de sistematización, homologación y unificación motivado desde la propia corona española.
Aquel mismo año, el 10 de octubre, Colón tocó tierras americanas. El paralelismo de ambos eventos configura lo que dará paso a la invención de América. En propias palabras de Nebrija, dicha gramática se enarboló como la bandera de la cruzada más grande del imperialismo español.
Después de que Su Alteza haya sometido a bárbaros pueblos y naciones de diversas lenguas, con la conquista vendrá la necesidad de aceptar las leyes que el conquistador impone a los conquistados, y entre ellos nuestro idioma; con esta obra mía, serán capaces de aprenderlo, tal como nosotros aprendemos latín a través de la gramática latina.
Carta de Antonio Nebrija a la reina Isabel I
La lengua se asumió como un vehículo de dominio y control. La conquista cultural de América se vocaliza desde el lenguaje. De esta manera, nuevas realidades se conformaron en el mestizaje impuesto por los conquistadores desde el que se implantaría la evangelización y el fenómeno de culturalización según los cánones europeos.
Sin embargo, ninguna lengua soportaría mucho tiempo el yugo de la norma. La pluriculturalidad en América se encargó de oponerse a la homogeneidad y a la unidad lingüística. El habla mezcló elementos del español, las lenguas originarias e incluso fundió rasgos de las lenguas propias de los esclavos traídos de África por los portugueses.
Esta habla callejera se cristalizó desde el plano de la música culta en fenómenos como los villancicos del siglo XVI, en donde los cantos de motivos religiosos se entremezclaban con un habla incorrecta, llena de mezcolanza idiomática y “malos usos” propios de la lengua llana.
Aunque ya desde entonces esta representación se leía con una clave cómica, factualmente, estos villancicos permitieron que el habla coloquial entrara y saliera de las iglesias y ampliara los límites de lo que se entendía por lengua común, incluso desde la música académica.
El concepto de música popular, entonces, se configura desde tres derroteros: la música escrita para representar al pueblo, la música escrita para escucha del pueblo y la música escrita por el pueblo mismo. Es en este último plano en donde más fructifica el habla de la calle. La autodeterminación de cierto grupo permite que se cristalice música que responde a condiciones sociales específicas y que excede cualquiera de las normativas preestablecidas. La subalternidad contradice un modelo social, político o ideológico y lo materializa en formas de habla específicas.
Por otro lado, la apropiación de ciertos rasgos lingüísticos también responde a las necesidades identitarias que se arraigan en el propio idioma. Cada sociedad configura una manera de habla determinada que se expresa por un acento, un registro léxico y por usos específicos que generan cierta diferenciación con respecto a otras formas de habla.
Estas variantes pueden ser compartidas por grupos tan grandes como una nacionalidad o tan pequeños y concretos como la jerga hablada por cierto grupo social. El uso de estas variantes, que pueden entenderse como incorrecciones, le dan cierta homogeneidad al grupo y permiten generar colectividad e identificación hacia cada uno de sus integrantes.
Pachucos, cholos y chundos
Chilanga Banda – Café Tacvba
Chinchinflas y malafachas
Acá los chómpiras rifan
Y bailan tibiritábara.
El cifrado en el lenguaje producido en las jergas también funciona como un acto político que se opone al libre entendimiento que propone la norma lingüística. La jerga encripta en los juegos del doble sentido y del significado específico mensajes que solamente pueden ser leídos por otros miembros del mismo grupo social.
Esto mismo se produce incluso en fenómenos como la apropiación de lenguas hegemónicas por parte de hablantes de idiomas considerados subalternos, ya sea por motivos económicos, políticos o sociales. Así, los hablantes, desde la más implacable antropofagia lingüística, fagocitan, devoran y se adueñan incluso de lenguas y referentes propios del sistema cultural hegemónico.
En México, el caso de lo chicano y las implicaciones de los procesos migratorios han llevado a una apropiación del lenguaje que se conoce popularmente como spanglish. Desde los Xochimilcas hasta Molotov, el inglés como la representación de la hegemonía idiomática, se ha visto trastocada constantemente por grupos y bandas que deshacen los preceptos y se posicionan en medio de las fronteras del lenguaje para desde ahí enunciar un mensaje político.
Este tipo de apropiaciones pueden llevar a puntos tan eclécticos como el del rap indígena, en donde toda una representación étnico racial se deposita en la actualización de elementos culturales basada en idiomas entremezclados y en una fusión de referentes visuales y sonoros que llevan a la conformación de una nueva noción de lo indígena.
La música ha dado un lugar de visibilidad a muchas de estas maneras alternas en las que las lenguas se adaptan y convergen entre sí. Por ello, las letras de muchas de estas canciones reflejan mucho más que un habla colorida: entre cada verso se trasluce una realidad envuelta en denuncia, reivindicación y resistencia que se enuncia desde el habla. La lengua existía antes de la norma y se mantendrá viva incluso después de ella.