Recuperar a Rilke: «Cartas a un joven poeta» (1929)

Llegar a ser poeta es un camino difícil y lleno de obstáculos. Requiere constancia, sacrificio, tenacidad y un alto grado de conocimiento de uno mismo. Significa convertir lo cotidiano en una obra excelsa, en la que los lectores puedan comprender su día a día desde una mirada profunda y repleta de emociones (no necesariamente positivas). Asimismo, el verdadero poeta es aquel que escucha a su voz interior y la manifiesta con la sensibilidad y la precisión adecuadas para conectar con los demás y el mundo que le aguarda.

Sin embargo, muchos aprendices de la lírica necesitan el apoyo de un guía que les ayude a convertir sus preguntas existenciales en verdadera poesía. Éste fue el caso de Franz Xaver Kappus, un cadete de la escuela militar Wiener-Neustadt que soñaba con ser poeta y mejorar en el ejercicio de la creación literaria. Por este motivo, a finales de otoño de 1902 decidió escribir a Rainer Maria Rilke, a quien admiraba profundamente, para pedirle consejos. Estos escritos se convirtieron en una de las mejores obras del autor austríaco: Cartas a un joven poeta (1929).

Nacido en Praga el 4 de diciembre de 1875 y fallecido en Montreux el 29 de diciembre de 1926, Rilke todavía no había alcanzado la madurez literaria cuando recibió las cartas de Kappus, pero sí que era un autor conocido en Austria y el resto del continente europeo. Sin embargo, sus obras más conocidas fueron Sonetos a Orfeo (1922) y Elegías de Duino (1923). Escribió tanto en verso como en prosa, y compuso más de 400 poemas en lengua francesa dedicados a Valais, municipio suizo en el que residió varios años.

La profundidad y la belleza desprendida de sus versos hicieron que varios intelectuales como Stefan Zweig, Lev Tolstói o Sigmund Freud establecieran una gran amistad con él. Algunas de las características que le permitieron darse a conocer desde muy joven fueron la obsesión por escribir (llegó a decir que moriría en caso de no poderlo hacer) y la apuesta por la soledad. De hecho, en una de las cartas que le envió a Franz Xaver Kappus le expuso una de las razones por las cuales él consideraba que toda persona debe saber aislarse y pasar tiempo con ella misma:

Si siente que su soledad es grande, alégrese […]. Sólo hay una soledad. Es grande y difícil de soportar […]. Adentrarse en sí mismo y, durante horas y horas no encontrar a nadie… Esto es lo que importa saber conseguir.

Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta, Angle Editorial, 2008

Centrándonos en la obra Cartas a un joven poeta (1929), es una recopilación epistolar entre Rainer Maria Rilke y Franz Xaver Kappus. Se trata de diez escritos enviados entre 1903 y 1908 desde diferentes ciudades de Europa, en las que el cadete Kappus pide consejos a Rilke. Éste, en vez de limitarse a responder las dudas de su admirador, le responde con reflexiones acerca de cuestiones como el significado de la poesía y la creación literaria, la experiencia, el amor, el paso del tiempo, la tristeza o la sexualidad. Es una lección sobre cómo vivir haciendo arte. Además, sus palabras siempre hacen referencia al interior del ser, ya que dice que “si el arte os llama”, hay que aceptar ese destino sin esperar a cambio absolutamente nada del exterior.

Según su criterio, “el único viaje posible es el viaje interior”. Esta teoría se ve reflejada en la primera carta del libro enviada desde París, cuando el poeta austríaco advierte a Kappus que únicamente observando su interior podrá encontrar las respuestas a sus inseguridades literarias: “usted mira hacia fuera, y eso es justamente lo que no debería de hacer ahora. Nadie le puede aconsejar y ayudar, nadie”. Y continúa expresándole que “investigue el fundamento que le impulsa a escribir; averigüe si sus raíces llegan hasta el rincón más profundo de su corazón, confiésese si se moriría en caso que le privaran de escribir”. 

Por otro lado, Rilke defiende la vida como material de la literatura; es decir, que el artista debe experimentarla lo máximo que pueda, en la felicidad, el amor o en la tristeza, y a partir de allí construir, darle una forma con las palabras. Esa forma que le damos a nuestra experiencia vivida es el único recurso con el que contamos para intentar acercarnos a la verdad de nuestra existencia. 

En la segunda carta, escrita en abril de 1903, el poeta, fatigado por sus problemas de salud, le ofrece a su aprendiz dos referencias literarias de gran importancia para él, la del escritor naturalista Jens Peter Jacobsen y la del escultor francés Auguste Rodin. De hecho, a Rodin, Rilke le dedicó el libro de Auguste Rodin (1903), en el que describe su admiración por él. Al mismo tiempo, en la tercera carta, escrita desde Viareggio (Italia), también introduce a otros intelectuales de su época como Richard Dehmel y un elemento clave en su manera de entender el arte y a la vida: la paciencia. 

En la cuarta carta es en la que Rilke se atreve a hablar de amor y sexualidad. Bajo su punto de vista, todo ser humano tiene que experimentar este tipo de experiencias para llegar a la plenitud, pero advierte que también nos pueden distraer y llevarnos a malgastar su relevancia. Entonces, la mejor manera de disfrutar del placer sexual y de una vida amorosa satisfactoria es, según él, a través de la mezcla entre estas experiencias y las particularidades de nuestra propia existencia. Dicho esto, las relaciones amorosas del autor fueron bastante conocidas. En 1897 inició una relación amorosa con Lou Andreas Salomé, una mujer quince años mayor que fue clave para su desarrollo artístico. Unos años más tarde se enamoró de la pintora Paula Becker y en 1901 se casó con una discípula de Auguste Rodin, Clara Westhaff. A pesar de eso, siempre priorizó la escritura, hecho que le llevó a pasar mucho tiempo solo, lo cual propició el fin de sus relaciones. 

Finalmente, en la última de sus cartas, escrita en las navidades de 1908, Rilke asegura haber pensado mucho en el señor Kappus, ya que éste ya había terminado su formación militar y el poeta le recuerda lo aliviado que debe estar en ese momento de su vida, ya que podrá dedicarse a su real y verdadero oficio: la creación poética.

Pregúntese en la hora más silenciosa de su noche: ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, si hubiera usted de enfrentarse a esta grave pregunta con un enérgico y sencillo debo, entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio es impulso.

Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta, Angle Editorial, 2008

Cartas a un joven poeta (1929) es un recopilatorio de cartas que se enviaron Rainer Maria Rilke y Franz Xaver Kappus, en las que el maestro Rilke aconseja al aprendiz de poeta a entender el significado de la poesía y el arte, pero, sobre todo, a vivir intensamente según su forma de ser y sus motivaciones. Es una obra que trasciende todo lo literario para abastecer muchísimas reflexiones filosóficas y vitales que van más allá de la escritura. Es, sin duda, una oda a la introspección como camino hacia las profundidades del ser humano para sacar de sus entrañas todo el material que sirva para la creación literaria.

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