Ir al médico está sobrevalorado. No lo digo desde una posición escéptica a la ciencia, sino desde el desdén con el que, frecuentemente, la medicina occidental mira las otras formas de sanar, de procurar el cuerpo y el alma. La homeopatía, la herbolaria, la medicina tradicional son muchas veces señaladas como puro y mero placebo. No voy a discutir si lo son o no; sin embargo, creo que hay muchas formas de sanar, de cuidar nuestra esencia y aquello que la porta. Y dentro de esas otras maneras de curar(nos) incluyo el arte y, por extensión, el cine.
Days (2021), del malayo-taiwanés Tsai Ming-Liang, tiene en su centro la sanación. Entre cuerpos que adolecen y planos letargos, sincronizamos nuestra respiración con la de la película para encontrarnos en cierto punto observando hacia dentro a través de la imagen frente a nosotros. Si a esta película la señalamos de contemplativa, por cada detalle cuidado en los encuadres de larga duración, lo sería, también y sobre todo, por lo que nos pide contemplar fuera de plano, fuera de la pantalla, en nuestras vidas.
Es, si se quiere, una sesión de meditación: comenzamos atrapados, encerrados entre obstáculos que nos limitan, no importa si son traslúcidos u opacos. Seguimos en un contemplar de lo ordinario, lo no observado en el día a día pero siempre ahí presente. Llegamos a una liberación en un encuentro y terminamos en una incertidumbre de lo que viene después.
La película nos guía para llegar al punto clímax de la trama, si es que hay una. Encuadres con un obstáculo entre el lente y el sujeto: un cristal que refleja los árboles danzantes en la tormenta nos separa de un Lee Kang-sheng observando quién sabe qué (realmente no importa); una herrería de ventana se planta entre la cámara y un Anong Houngheuangsy que tira cera de una vela en un altar. Para después encontrarnos cara a cara con Kang y Anong en su día a día, caminando entre avenidas concurridas y sesiones de electrodos en la espalda o preparando comidas en un fogón pequeño en el piso. Intermitentes planos detalles como el del tráfico o el reflejo de un amanecer sobre un edificio en apariencia abandonado nos dan el paso hasta el encuentro entre dos hombres desnudos que se alivian mutuamente en un masaje que culmina en un encuentro sexual despojado de morbo e insinuaciones. Bañados de una luz amarillenta, casi naranja que se opone a los tonos azules que han inundado la película desde su comienzo.
Después todo es más ambiguo que al inicio. Se van a comer, con poca o nula conversación; lo importante es la presencia, la compañía, el compartir. Y finalmente se separan en una interrogante de si se encontrarán de nuevo.
El director ha hecho saber en entrevistas que su actor predilecto, Lee Kang-sheng, realmente muestra un cuerpo enfermo, que padece, y el personaje de Anong no se distancia tanto de quien lo interpreta. La línea difusa entre la ficción y lo documental nos acerca más a la sanación que ofrece Days. Y a pesar del deseo del realizador de que sus películas sean vistas en pantalla grande por el cuidado de cada detalle, desde mi experiencia, vivir esta película en pantalla chica, en nuestro espacio de habitar, ofrece la oportunidad de encontrarse con uno mismo en diferentes niveles.
Days, último largometraje de Tsai Ming-Lian, disponible en MUBI en el territorio mexicano, nos ofrece la posibilidad de sanar a través de los encuentros, sean estos en comunión con le otre o con la película misma en una (auto)contemplación.