Lest even my dreams should conspire
Cecil French
to fill my heart with unrest
“Toma el mazo y barájalo siete veces” es la frase con la cual suelo iniciar la ceremonia ritual de Tarot, misma que utilizo para dar respuesta a preguntas que alguna vez todas y todos hemos albergado: ¿aún piensa en mí?, ¿encontraré trabajo pronto?, ¿cuándo dejaré de sentirme tan sola/o?, ¿qué me depara el futuro?
La comodidad que traen consigo las respuestas instantáneas genera un estado de abstinencia ante la incertidumbre de no poder saber qué piensan de tal o cual situación las personas que nos rodean. Incluso, la espera ante la resolutiva de un determinado acontecimiento se convierte en un catalizador para detonar la ansiedad en sus formas más comunes y orillarnos a alternativas inusuales.
Gracias a la practicidad de las redes sociales y al internet, podemos encontrar todo tipo de quehacer mágico con sólo escribir un hashtag; la cuestión es entender las necesidades de las y los consultantes, y el por qué acceden a ellos. En los años que llevo trabajando como tarotista, me han buscado toda clase de personas y he aprendido a segmentarlas por el tipo de perfil arrojado por sus preguntas.
Hay quienes desean saber si el amor de su vida está próximo a llegar o si el plan que están poniendo en marcha traerá resultados favorables. A este tipo de preguntas se les recomiendan sesiones de Tarot predictivo, un tipo de oráculo que muestra un panorama general sobre el futuro cercano del consultante y las acciones que debe tomar para que suceda.
También existen las sesiones de Tarot introspectivo, donde se trabajan los miedos, prejuicios, fantasmas y luchas internas que las personas arrastran a lo largo de sus vidas. Estas sesiones están encaminadas a trabajar en un reencuadre de los arquetipos sociales. El terapeuta sistémico Bradford Keeney lo describe como un viaje dentro de un museo, donde el consultante pasa por una galería de presentación para reconocer sus propios conceptos, una de tránsito en la que tiene una idea sesgada de sí, pero que inconscientemente se direcciona a lo que busca trabajar específicamente, y una terapéutica donde se facilita la asimilación de nuevos conceptos ideológicos a través de las cartas.[1]
Finalmente, tenemos las sesiones de Tarot evolutivo que son espacios para el estudio del ser consciente, dentro de los cuales se busca desarrollar el papel de lo «femenino» (emociones, intuición, empatía, creatividad) y lo «masculino» (lógica, acción, ego, independencia), entendiendo que esta dinámica debe trabajarse en conjunto y de forma paralela. Es decir, la forma en cómo pensamos y sentimos es directamente proporcional a las acciones que tomamos en lo cotidiano y viceversa.
Al ser un universo tan rico y basto debemos cuestionarnos si los 78 arcanos poseen todas las respuestas a la incertidumbre generacional de vivir. Hay diversos registros que abordan el origen de las cartas desde 1440 y se han ido modificando a lo largo de las décadas para adaptarse a las perspectivas de cada contexto. Sin embargo, lo que todos tienen en común es la travesía del crecimiento personal vista desde “el viaje del héroe”.
Si partimos de ello, podremos apreciar el papel de los arcanos mayores y menores en cada lectura. Los primeros trabajan directamente con el desarrollo de la persona y cómo éste se expande de forma cíclica a lo largo de su vida. Los segundos tienen rasgos particulares, ya que parten de los cuatro aspectos fundamentales que nos rigen: la sexualidad (fuego-bastos), los pensamientos (aire-espadas), las emociones (agua-copas) y la acción (tierra-oros).
La totalidad simbólica de cada lectura dependerá de cuántos arcanos mayores y menores se presenten y de qué manera los tarotistas intercalamos la semiótica de cada uno para construir una historia específica en cada caso, dando respuestas concretas a las preguntas hechas al Tarot. No podemos dar credibilidad a aquellas personas que sólo compartan el significado de cada carta sin hilar una narrativa en conjunto, ya que para eso existen muchos recursos que podemos consultar y así tener un acercamiento a sus definiciones.
Debemos entender que la practica de la cartomancia implica atender 78 personalidades que deben coexistir en una tirada. La poética de la interpretación debe encajar con la cosmovisión de quien pregunta y con los saberes de su propia historia, para darle sentido y pertenencia a las respuestas obtenidas. Partiendo de ello, me atrevería a afirmar que el Tarot posee todas las respuestas y que nosotros como interpretes tenemos la responsabilidad de utilizarlo a modo de partitura para orquestar un performance individual que funcionará como el soundtrack de ese momento y que permanecerá en la cabeza del consultante hasta que haga efecto.
Poner al alcance de un clic este tipo de herramientas nos permite conectar con el conjunto de saberes que han ido evolucionando a lo largo del tiempo y entender que los arquetipos humanos sólo se adaptan a nuestras necesidades. La memoria colectiva puede trabajar a nuestro favor y predecir qué tan bien nos irá en la vida, pero al mismo tiempo puede ser utilizada como terapia y desplazar la superficialidad del ego con el fin de comprendernos de manera más consciente.
Utilicemos espacios físicos o virtuales para vivir la experiencia ritual del Tarot y poder abrazar un reflejo de nuestra susceptibilidad que entiende los espectros más vulnerables, sensibles, empáticos e intuitivos para resolver así las cuestiones que día a día nos taladran la mente.
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[1] Keeney, B. La improvisación en psicoterapia, Paidós, 1992, p. 56.
Autora: Mar Alaffita (Veracruz, México, 1994). Comunicóloga. Coordinadora del Círculo de lectura Amanoche. Realiza estudios semióticos de tarot mediante fichas descriptivas que sube a su cuenta de Instagram (@_unmardetarot). Actualmente, imparte talleres de cartomancia y astrología, es parte de la red de clubes de lectura del Fondo de Cultura Económica y gestora cultural en el programa “Telar” de la Secretaría de Cultura.