«Tengo miedo, torero»: Un doble atentado fallido

La Loca del Frente, una travesti que a La Luz de la luna se prostituye en un cine porno y de día borda manteles para las esposas de generales militares, conoce una noche al joven Carlos, quien la convertirá en su cómplice de actividades clandestinas en la época de la dictadura de Pinochet. Tengo miedo, torero (2020), dirigida por Rodrigo Sepúlveda, es una adaptación a la pantalla grande de la obra homónima de Pedro Lemebel protagonizada por el siempre impecable Alfredo Castro y el mexicano Leonardo Ortizgris quien realiza un magnífico trabajo interpretando a un guerrillero manipulador de aparente corazón endeble.

Había querido ver esta película desde que varios medios chilenos confirmaran la participación del mexicano, pues confieso tengo una cierta inclinación por los proyectos en donde aparece. Y mi emoción y expectativas aumentaban cada que sabía un poco más del proyecto: que Castro sería parte de, que la película ponía en el centro de su historia a un personaje del colectivo LGBTIQ+, que Sergio Armstrong la fotografiaría. Después de verla me complace decir que toda emoción tuvo su recompensa y toda expectativa fue cumplida y tal vez hasta superada.

Tengo miedo, torero es una adaptación que respeta mucho el tono en las relaciones que los personajes entrelazan unos con otros y la naturaleza más esencial de cada uno. También mantiene la musicalidad tan particular de la novela; los boleros que hablan del amor y desamor son esa ventana más íntima a la psique y corazón de la Loca del Frente. Pero también se desprende de la pluma de Lemebel sirviendo de contrafuerte para libertades que el guionista-director se permite. Por ejemplo, en la adaptación, Carlos es mexicano, lo que permite desenvolver un poco más los sueños y fantasías que la Loca vive con cantantes y actores de la época de oro del cine mexicano, haciéndose llamar La Doña y refiriéndose a él como su Pedro Negrete. 

El reparto indudablemente le aporta mucho a la película; cada actor y actriz acentúa las peculiaridades de cada personaje. Castro hace un trabajo limpio y divino con la Loca, un personaje que en otras manos hubiera caído fácilmente en lo caricaturesco (por algo Lemebel en su intento de él realizar la adaptación, le pidió —quizá hasta sentenció— a Alfredo que él diera vida a la Loca). Castro le da dignidad a La Doña, le da relieve, matices, leemos su historia de vida en toda su corporalidad y esto se materializa cuando uno la ve chutar el balón con unos niños y ella se transforma en uno de ellos después de haberle escuchado escenas atrás cómo su papito la maltrataba de chiquita para que se volviera hombrecito. 

Carlos es un guerrillero calculador y manipulador al que se le ven sus desconocidas intenciones cuando observa a la Loca en el bar disfrutando de un show de otras vestidas. Tiene una maldad oculta pero que se asoma intimidante como lagarto sacando su cabeza fuera del agua, hay algo de esos machos del cine de oro mexicano en él. Pero también tiene una mirada tierna y una voz dulce que nos embelesa al mismo tiempo que a la Loca cada que desea aprovecharse de su ingenuidad fingida, ya sea diciendo que le guarde unas cajas disque de libros de arte prohibidos, tesoros nacionales de los chilenos o disculpándose después de invitarla a un día de campo para tener un pretexto de estar al lado de la carretera por la que pasará el dictador. Pero sorprenden de igual manera personajes pequeños interpretados por grandes actores y actrices: Luis Gnecco y Sergio Hernández son las locas perfectas para bailar y cantar Libre a la voz de Paloma San Basilio en un desahogo después de sufrir una redada por militares una noche antes; y Amparo Noguera es una entrañable Olguita, vecina y cómplice del amor de la Loca del Frente quien le prepara la torta de cumpleaños a su torero.

Tengo miedo, torero juega con lo clandestino, lo escondido que se ilumina por la posibilidad de lo que puede ser, del anhelo que se puede cumplir. Colores brillantes que se cubren en una corrección de color opaca pero que vibran cuando se vuelven el vestuario improvisado de una showgirl, un guerrillero en las sombras, un hombre de izquierda que convive con un marica a la vista de todos permitiéndose vivir, por momentos, algo fuera de la heteronorma, una travesti que sólo es travesti cuando se viste de pantalón y camisa con el pelo recogido oculto bajo un gorro, que se permite enamorar de un joven sabiendo que puede no significar nada para él. 

Una película sobre las protestas en contra de la dictadura de Augusto Pinochet y un atentado que buscaba su muerte; también sobre un (des)amor que nace entre una travesti madura y un joven guerrillero: una historia con un doble atentado fallido. Pero sobre todo, Tengo miedo, torero es una película sobre una travesti que se enfrenta a un mundo donde se le ha declarado enemigo desde todos los frentes y que no importa si se para firme en una calle con pancarta en mano y protestando con insignias o no, su vida diaria es una marcha por la libertad. Por eso la Loca en la escena que condensa la película tiene el diálogo con más fuerza. Después de un arranque de coraje y violencia de Carlos hacia la Loca, ella le reclama que todo lo ha hecho por él y lanza como una navaja filosa hacia el personaje que tiene enfrente, pero también hacia cada espectador: “Si algún día haces una revolución que incluya a las locas, avísame. Ahí voy a estar yo en primera fila”.

Tengo miedo, torero se encuentra disponible en Prime Video.