La verdad, desde la perspectiva policiaca, tiene siempre el protagonismo en todos los casos. Las mentiras, los distractores o hasta las circunstancias influyen en la construcción de los hechos, fundamentales para dar respuesta a una incógnita. La culpabilidad, en algunos casos, puede influir determinantemente en el desenlace, y es ahí donde la moral o la ética influyen para redireccionar las decisiones que, tarde o temprano, surgen a la luz. Tres días y una vida (Trois jours et une vie, 2019), dirigida por Nicolas Boukhrief, se contextualiza bajo estas circunstancias.
En 1999, durante el ocaso del año, la desaparición de un pequeño marca la vida de el pueblo de Olloy, situado entre la frontera de Francia y de Bélgica. Desde entonces, el hecho será investigado hasta el 2015, año en que Antoine (Pablo Pauly) vuelve a la localidad. Ahí tendrá que encontrarse con viejos conocidos, con relaciones familiares y con amores que, poco a poco, cambiarán su vida tras el lamentable suceso de quince años atrás.
La trama de la película entrelaza dos género principales: el drama y el policial. Desde esta mancuerna, Nicolas Boukhrief crea una atmósfera que se rodea por el misterio y la incertidumbre, no obstante que para los espectadores la «verdad», normalmente velada, se descubre desde los primeros minutos de la cinta. Así, se genera un vínculo entre Antoine, el protagonista, y los espectadores, pues sólo aparentemente en ambos recae el conocimiento de los hechos investigados. La búsqueda, común en el género detectivesco, se vuelve más bien un motivo que persigue las consecuencias en el plano del público, y al culpable en el plano de la ficción.
El título representa bien la historia, ya que sus 106 minutos se centran en dos periodos de fechas, en dos años distintos: del veintitrés al veinticinco de diciembre de 1999, y los mismos días del 2014; sin embargo, las repercusiones en los personajes representan un daño para todas sus vidas. La afectación aparece, entonces, como un incentivo que detona acciones, al tiempo que se revelan diferentes verdades desconocidas hasta para el mismo público consciente de lo acontecido.
La cinta sucede en un espacio muy similar al de Dark, la famosa serie de Netflix, cuyo hilo central sigue la misma línea de Tres días y una vida: la desaparición de un menor. El drama, por supuesto, se construye de forma distinta en ambos casos, aunque comparten rasgos como las mentiras, los amores secretos, las verdades ocultas, así como la relevancia de la localidad en la historia.
No obstante, y a pesar de tantos tópicos, el tema central en este caso es la culpabilidad. Es ahí donde nace la «convicción» de cambiar las decisiones personales e imbuirse en una dinámica totalmente distinta a lo planeado. En este sentido, la película sutilmente pregunta: «¿Qué estarías dispuesto a hacer para no perder tu libertad?». Los roles, de esta forma, se invierten en el filme. En lugar de centrar atención en la búsqueda de la verdad, sutilmente se muestra un cambio que más bien pretende ocultarla, al menos desde la óptica protagónica de la historia.
El final se vuelve amargo después de conocer tantos antecedentes. ¿Qué sucede en un hogar donde la convivencia, sin saberlo, orilla a tratar con el mismo asesino? La duda quizá jamás sea resuelta, pues el propósito de la cinta orilla a esa misma «salida más cómoda», en la que parece existir conformidad y, en el fondo, remordimiento.
Tres días y una vida forma parte de la selección del próximo Tour de cine francés, a estrenarse el ocho de octubre del año en curso. No te pierdas este thriller donde se conjuntan rasgos policiales, verdades a medias y un drama bien empleado, que da sobriedad y realismo a la historia.