Fotograma de Veinte pesos, tomado del sitio de Facebook del proyecto
El bombardeo digital está en ebullición, especialmente durante esta cuarentena. Mi sección de noticias de Facebook se ha atascado de publicidad y eventos próximos: desde cursos de Excel hasta conciertos en línea. Como siempre, hago scroll acostumbrado a pasar por alto todas las ofertas. Pero, sin pensarlo dos veces, me detengo en un evento que llama mi atención por nada en particular. Se trata del estreno vía YouTube de un cortometraje titulado Veinte pesos, escrito y dirigido por Silvia Tort. Resulta que cuatro amigos míos también dieron clic al botón “Me interesa” del evento, así que anoto el estreno en mi calendario y espero pacientemente.
En Veinte pesos encontré una historia bastante sencilla, aunque simpática. Este cortometraje sigue a una chica que ingenia diferentes estrategias para hablar con un atractivo muchacho, quien se cruzó en su camino durante el rutinario viaje por el metro de la Ciudad de México. Para ello, recurrirá al viejo truco de entregarle un billete que supuestamente se cayó de su bolsillo, pero antes deberá enfrentarse a su propia timidez e inseguridad.
En realidad, la trama no plantea nada nuevo. La principal virtud de este cortometraje se encuentra más bien en su visión del paisaje urbano. A la par que la protagonista elabora su romántico plan, se aprecia un fiel retrato del metro de la Ciudad, con hombres y mujeres de todas las edades, cuya vestimenta es reflejo de diferentes profesiones y estilos de vida, aglutinados en el mismo vagón. El cortometraje no escatima en extras, ni tampoco esconde los detalles más embarazosos de este medio de transporte como los rayones en las ventanas o los carteles desgarrados de las paredes. Así mismo, Veinte pesos presume el dominio técnico del equipo, pues al tomar en cuenta las dificultades para filmar dentro de un vagón en movimiento, es destacable la pulcritud de la iluminación y la estabilidad de las tomas.
Pero más allá de sus aciertos técnicos, fue la capacidad de convocatoria para el estreno de este cortometraje lo que me impresionó de verdad. Dunas Films, casa productora responsable de Veinte pesos, apenas cuenta con 640 seguidores en su página de Facebook y sólo un video en YouTube, que corresponde al mismo corto. Aún con estos números, el evento de Facebook que invitaba a su estreno reunió a 16 mil usuarios interesados, que se tradujeron en más de 14 mil vistas y casi 250 comentarios en esta plataforma de videos. Además, los diarios Reforma y Excélsior escribieron artículos acerca de Veinte pesos. No sólo resulta apabullante la cantidad de espectadores que el cortometraje reunió en poco tiempo, sino que se abre una esperanza para el cine independiente mexicano.
Anteriormente he comentado el complicado panorama de la industria cinematográfica en México. La hegemonía de algunas productoras inunda nuestras taquillas con comedias románticas protagonizadas por estrellas de telenovela, lo que crea una ilusión de que el cine nacional va en decadencia. Nada más falso que eso. En los últimos años, una camada de directores han buscado innovar las narrativas del cine mexicano y alejarse de los cánones americanizados. Títulos como Ya no estoy aquí (Fernando Meza, 2019) y Las Elegidas (David Pablos, 2015) son ejemplo de ello. El inconveniente con estas cintas es su escasa exhibición, pues a lo sumo logran posicionarse en salas pequeñas o plataformas de streaming.
El cineasta novel que obtenga inspiración de esta cinematografía mexicana alternativa y desee llevar su mensaje al público masivo se enfrenta a otro problema más grande: el alto coste de la producción fílmica en México. Una película que contemple renta de equipo, sueldos, locaciones, además de publicidad y distribución, requiere una inversión de cientos de miles de pesos, un costo elevado incluso para los cineastas jóvenes mejor posicionados y que difícilmente se aspira a cubrir con los apoyos fiscales del gobierno. No es raro que en las producciones independientes siempre encontremos firmas con los mismos apellidos: Iñárritu, Bernal, Escalante, Del Toro…
Es ahí donde Veinte pesos cala con más fuerza. Mientras que el cine independiente está sujeto a la escasa exhibición, este cortometraje aprovechó las virtudes de la difusión en línea y su bajo costo para darse a conocer ante un público amplio. El acierto de Veinte pesos fue ofrecer una historia sincera, tal vez simple, pero sin pretensiones. Aunque, ¿qué pasaría si en vez de contar una historia de amor se relatara sobre las situaciones más inquietantes de nuestro país, como la inseguridad y la violencia cotidiana?
Actualmente existen un sinfín de productoras independientes de cine en México, cada una con enfoques y objetivos diferentes. En ellas recae el futuro del cine mexicano, pues quizá sean la cuna de los próximos ídolos de esta industria. Los productores independientes, además, cuentan ahora con la valiosísima herramienta de la difusión por internet, lo que les permite acercar su trabajo a una vasta audiencia. Pero con este adelanto también llega la ineludible responsabilidad de replantearse qué historias quieren y necesitan contar.
Es completamente válido si los autores emergentes deciden continuar por la línea de la comedia y el cine romántico; además, se agradecerían innovaciones narrativas en estos géneros que, a primera vista, parecen tan gastados. Pero también existe la posibilidad de que utilicen su poder de comunicar ideas y la amplia capacidad de convocatoria que pueden lograr para versar acerca de los grandes problemas de nuestro país. Las redes sociales, el abaratamiento de la producción y los talentos emergentes pueden ser la vía para regresarle el cine mexicano a la gente que necesita contar y ver historias que reflejen su realidad.
Repito: nada más falso que una supuesta decadencia del cine mexicano. Éste se encuentra en un momento de efervescencia, con un montón de voces nuevas emergiendo en diferentes puntos del país, que se expresan con mayor o menor repercusión. Sólo el tiempo nos dirá si estás voces revolucionaron las narrativas que imperan en la producción nacional o todo se quedó en un bello intento. Mientras ese día llega, no me queda más que felicitar a Dunas Films por su éxito y desearles el mejor de los caminos.