“Mentira blanca”: Identidad cancerígena

Para decir mentiras y comer pescado, hay que tener mucho cuidado.

Dicho popular

Querido lector, comienzo con una pregunta: ¿Cuál es la mentira más grande que has dicho en tu vida? Probablemente recuerdes todo lo que conseguiste aventajar con esa mentirita piadosa o esa situación embarazosa en la que se descubrió la inevitable verdad. En White lie o Mentira blanca (2019), Katie Arneson (Kacey Rohl) lleva las mentiras al máximo nivel.

La protagonista, una estudiante de danza contemporánea, finge el más avanzado cáncer de piel para pedir donaciones y vivir cómodamente. Oculta la verdad a todos sus conocidos, a su novia y a su padre, quien no confía del todo en ella desde el suicidio de su esposa, la madre de Katie. La bailarina se corta un pedazo de piel del brazo para fingir una cirugía, desaparece por horas para simular la quimioterapia y compra frascos de medicina vacíos para aparentar su medicación. Está a punto de obtener un financiamiento importante en la universidad gracias a su falso melanoma y necesita un historial médico falso que cotiza en 2000 dólares. Sus fondos se están acabando, por lo que recurre a su padre y a su novia. De alguna forma, las mentiras comienzan a salir a la luz y ella hará todo por mantener un estilo de vida lleno de mentiras.

Los directores Yonah Lewis y Calvin Thomas logran una película rítmica que siempre mantiene niveles de tensión altos en el espectador. Si uno intenta adivinar los próximos movimientos de la protagonista seguro fallará. El guion es sumamente original y los diálogos están muy bien ejecutados. La fotografía se siente sincera, pues ningún elemento en la película busca la exacerbación y la profundidad. Más bien, en lo cotidiano de la cinta se encuentra un subtexto escondido.

El argumento bien podría referirse a una crítica a la superficialidad de las redes sociales, pues dentro hay mentiras grandes y pequeñas que forman un universo complejo de relaciones basadas en volatilidades. O bien podría echar los cimientos de una crítica a la sociopatía y sus consecuencias. Por supuesto, a pesar de la trama, la película es honesta, directa y muy digerible.

La relativamente corta duración —poco más de una hora y media— y la perspectiva elegida por los realizadores no permite un desarrollo más amplio de los personajes más allá de Katie, por quien nunca se siente empatía. Se llega a aborrecer la manipulación emocional y financiera que ejerce sobre su novia Jennifer (Amber Anderson) y sobre la gente a su alrededor. Se espera con ansias que todos descubran la verdad y pidan su dinero de vuelta. E incluso en los momentos más emotivos de la película, no se puede evitar pensar que hay una mentira implicada y que Katie sólo usa a las personas para su propio beneficio.

La protagonista no es brillante, pero sí una excelente actriz que usa todos los elementos disponibles para convencer al mundo de su falsa condición. Una parte importante del teatro es llevada a cabo en internet: una interesante combinación entre Change.org y Kickstarter para necesitados. Vemos que el montaje que arma en redes con ayuda de su novia es perfecto: actualizaciones constantes, recordatorios para donaciones, eventos de caridad y una meta de dinero que debe cumplirse para que sea entregado. 

Hay en Katie una liquidez paralizante. A la manera de la teoría de Bauman, su problema de identidad se expresa en una individualización desvinculante que la aleja de la empatía y la comunidad. Los objetivos de sus mentiras —entiéndase la atención o el dinero— componen para ella un nuevo propósito y ciclo de vida concreto, pero desintegran lentamente sus lazos y rompen sus relaciones. Esa identidad pretendida existe sólo si la verdad no sale a la luz.

La película reflexiona acertadamente sobre la responsabilidad emocional que se tiene sobre los otros. No se puede tomar ventaja de las empatías sinceras o las relaciones que se forjan. Detrás de esas conductas sociopatas está una concepción material de la vida, donde si alguien o algo no son útiles a los propios propósitos no valen nada. Las redes sociales ofrecen la atractiva oferta de hacer comunidad y lazos solidarios reales que se basen en la cooperación y en el apoyo mutuo.

La película forma parte de la Segunda semana de Cine Canadiense cuyo programa completo puede encontrarse en semanadecinecanadiense.com.