«Desviada para siempre»: El trayecto de la palabra transfronteriza

Quiero saber qué es la piedra
que tanto me conmueve.
Qué es en verdad
la ruina que nombro.
También escribir es derrumbarse.

«La ruina que nombro» – Andrea Cote Botero

En su «Arte poética», Vicente Huidobro evoca toda la potencia del verso al destacar su capacidad de «inventar nuevos mundos». El poeta, por tanto, se vuelve un «pequeño dios». Sin afán de arrogancia o egolatría, Huidobro resalta que la poesía posee cualidades o propiedades inmanentes únicas de la lírica que, más que buscar la perfección, destacan en la fuerza de la palabra. En Desviada para siempre (2019), libro publicado bajo el sello de Senzala, Yanuva León explota el vigor de la poesía y de esa misma fuerza para brindarnos un poemario de amplio alcance: el tiempo, la mujer, la intimidad, lo personal y la naturaleza toman parte en el camino de su lírica.

«Convertimos cosas en palabras, palabras en discursos / discursos en ingenio», reza el poema «Fuego» que da inicio a la travesía visual en Desviada para siempre. En esa transición dinámica de lo abstracto al ingenio reside la riqueza de todo el libro. La palabra, al fin y al cabo, posee la capacidad de apertura a nuevos mundos, «de abrir nuevas puertas». Lo interesante y original se plantea a partir del discurso mismo desde donde se comprende la dimensión humana.

Yanuva León imprime, como artesana orfebre de las letras latinoamericanas, un estilo singular desde su poesía. Destacan mujeres fruto, mujeres arbusto que se ramifican para crecer, mujeres piedra, mujeres hiladas por tejedoras que forman un caballo, como diversas maneras de presenciar lo femenino que es también parte central en Desviada para siempre. «Ser mujer despierta en un mundo despierto / a veces me fatiga…», afirma el yo lírico que al mismo tiempo se traslada simultáneamente a la voz de muchas tantas mujeres, en ocasiones silenciadas, en otras reprimidas: «¿Qué materia resultará de secar y machacar / la existencia de una mujer?»

Mencionaba antes la palabra «orfebre», pues la autora tiene una capacidad natural para representar auténticas alegorías en cada poema. La plasticidad de cada palabra, al mismo tiempo inscrita con agudeza en el lugar indicado, apoya la constitución de imágenes dinámicas, sumamente transitorias y surreales por momentos. Huidobro afirmaba, también en «Arte poética», que «el adjetivo, cuando no da vida, mata» y Yanuva León lo confirma. La transfiguración es un recurso constante en Desviada para siempre. Hay un afán de transmutar esa misma palabra discursiva para su trascendencia hacia el ingenio.

La palabra, aquella «piedra que tanto conmueve»,»la ruina que provoca el derrumbe», también cuestiona. «¿Qué somos si no un espejo de aburridas repeticiones / hasta que la excepción adviene?», pregunta en «Ajedrez», poema que rememora las más metafísicas y arcanas paradojas borgianas… unión de los bucles temporales, pero también cuestionamiento hondo hacia el sentido de la existencia humana. El interés, entonces, abarca horizontes más extensos en donde el desvío encuentra caminos más universales, mayormente transfronterizos.

«Aquí sabemos qué es sol, qué es lluvia», menciona la voz lírica que al mismo tiempo es la voz de la colectividad, un conjunto de rostros conscientes de la carencia, de la necesidad y también de la violencia: «sabemos qué son las balas». Los versos trascienden la hoja, pasan por la realidad, escalan en Venezuela y abarcan Latinoamérica. «¿Cuántos hermanos se han ido a buscar la vida lejos del sol? / Parece que duele», cierra «Cellisca», como una fugaz sinécdoque que parte de la intimidad de la autora y apunta hacia la totalidad de las ciudades.

Igualmente, esos mismos espacios urbanos se transforman en la representación poética de un espacio alterno que parte un reflejo:

Las ciudades caen diáfanas sobre la lluvia, rascacielos invertidos
como agujas descomunales, avenidas, parques caen sobre la
lluvia.

«Espuma»

La urbanidad contrasta con las imágenes mediante figuras que transgreden y denotan la irrupción del hombre, en su acepción individual e indistinta de género, en los espacios naturales: la modernización. «La autopista también guarda monstruos» que son capaces de descubrir y de crear… pero también de asesinar. «Funámbulo», poema conclusivo del libro, presenta a un hombre infinitamente menos longevo que un árbol milenario, el cual se rinde sin oponer resistencia alguna ante la tiránica mano del ser humano.

La naturaleza, a propósito del tema, se representa por medio de diversos elementos. «Fuego», «Aguda de tierra», «Llana de agua», «Esdrújula de aire» son los componentes del microuniverso poético que posee la capacidad de desdoblarse o desviarse para encontrar diversos caminos. El lector podrá perderse en su realidad, en la realidad de la naturaleza y en la lírica para derrumbarse a sí mismo, como lo decía la poeta colombiana Andrea Cote Botero.

Sólo de esta manera, el lector tendrá oportunidad de descubrir, conmoverse y nombrar las cosas mediante el ingenio de la palabra de Yanuva León. El desvío, en todo caso, implica el encuentro de un nuevo sendero.

En este caso la palabra es tan bella como la cosa. La palabra bien
exprimida es crítico dulzor. La fruta ofrece algo de enes y jotas
en el ritmo de sus curvas.

«Naranjal»
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