Cualquier cosa, a cualquier hora, en cualquier lugar por ninguna razón en lo absoluto. Una pareja se desviste frenéticamente y don Quijote se enfrenta a las ovejas mientras las trompetas anuncian la llegada del vendedor de aspiradoras que con una ceja en lo alto te mira por el picaporte. Cuartas paralelas en Si dórico son las bragas y corbatas se deslizan cuesta abajo desde el tendedero. Son dos viejos bailando un vals que quiere ser tango. Son cascadas y chorros placenteros que escurren por los húmedos lados de una botella. Veinte minutos después, tras bambalinas, Frank Zappa aún escucha los aplausos.
El 21 de diciembre de 1940, en Baltimore quedó escrito el diminutivo “Frank” Vincent Zappa en el acta de nacimiento de un bebé estadounidense, enfermizo y de origen italiano, francés, griego y árabe. Creció con tres hermanos menores jugando a hacer explosivos con los químicos de su padre y con una de las máscaras antigás que guardaban como precaución, por si algo salía mal con los tanques de gas mostaza a menos de una milla de su casa. El fonógrafo de sus padres y un tambor fueron los dos pasos que le introdujeron a la música. Escuchando tanto R&B, Doo Wop como Stravinsky y Varèse, para Zappa todo era buena música, sin distinción. Lo más cercano a una educación formal en música fueron dos profesores en su preparatoria que le enseñaron teoría básica y un semestre en el colegio Chaffey, el cual abandonó con desdén. Sus habilidades en la guitarra, composición, orquestación, grabación y producción, por nombrar pocas, las desarrolló de forma autodidacta.
La banda que lideró desde sus 25 años, The Mothers of Invention, y su carrera solista fueron indistinguibles desde el inicio, ambos proyectos caracterizados por un tono satírico, estilo ecléctico, formas demasiado complejas para el pop y letras demasiado explícitas para las salas de concierto. Su expresión musical encontraba escape en todos los géneros sin excepción por lo que su catálogo luce como un atrevido mosaico de composiciones orquestales, improvisaciones de jazz, música disco, música acusmática y decenas de categorías más.
En 1990, a sus 50 años, fue diagnosticado con cáncer terminal de próstata. Entonces decidió dejar lo que él consideraba su “trabajo regular”: hacer tours y tocar la guitarra, por dedicarse a la composición orquestal y desarrollar sus experimentos con sintetizadores. De aquí nació su última serie de conciertos llamada Yellow Shark con el Ensemble Modern, un ensamble alemán de música contemporánea, dirigido por Peter Rundel que se dedicó a interpretar varias obras de música de cámara de Zappa más algunos arreglos de piezas anteriores, entre ellos G-Spot Tornado (Tornado del punto G).
[0:00] En un brevísimo momento cargado de energía, el glissando del arpa y tambores explotan en la primera presentación del tema, percutido por los alientos de madera, las cuerdas y una trompeta mientras que una línea pungente en el bajo rodea el pulso y la armonía. La veloz melodía armonizada por cuartas nos cuenta cuentos entre un intervalo y otro. [0:26] Otros timbres tintineantes seducen la atención durante la repetición reorquestada el tema, será tal vez esta la danza del cortejo entre los enamorados. [0:38] La segunda parte del tema cambia con cromatismos el color de su ropa, tal vez la noche iluminada por explosiones coloridas. [0:50] Con inmensa fuerza los puntos negros y simétricos de la partitura regresan el tema a su timbre y armonía original. El prominente oro y plata de la trompeta y de la flauta serían dos bravos caballeros en búsqueda de aventura. [1:15] El borracho de otra historia pediría una bebida al cantinero hecha con notas graves y sincopadas de saxofones, trombones y cornos. [1:28] Durante la mitad del tema que se repite tintineando por el glockenspiel podría sonar la caja musical de un bebé al dormir. [1:40] Anunciada por los ritmos del bongo inicia la parte B de la obra: un largo desarrollo melódico. Intervalos y motivos distintos del tema reaparecen casi improvisados entre los músicos del ensamble. Los distintos grupos de instrumentos vivaces toman la última nota del anterior y cantan su melodía a partir de ella, construyendo un hocketus tan complejo y veloz que Zappa; al escribir la pieza originalmente para sintetizador, pensaba que era imposible de tocarse por humanos. Los motivos cada vez más juntos entre sí, hasta el punto de superponerse. [2:18] Se juntan en un gran tutti del ensamble que por un momento predica fuertes sus pulsos armónicos. Entre melodías y acordes, la música nos narra enardecida una historia repleta de patrones que nos recuerdan mil historias mientras que el significado original se mantiene inasequible. [2:39] Los cornos de la caza ahuyentan a los búfalos de la carretera mientras el resto del ensamble monta sus caballos durante la última repetición del tema. [2:52] Juntas la melodía y su contrapunto se derraman a chorros sobre las voces de cada instrumento. Se deslizan los corchos de champagne y explota fortísimo en todos el gigantesco gong de un orgásmico tornado del punto G. Esta grabación de la obra fue la última presentación pública de Frank Zappa, poco más de un año después el cáncer tomó su vida. Todos en la sala ese día lo sabían, por lo que cuando Zappa dejó la batuta que amablemente le cedió Peter Rundel para el último acto y se retiró a los camerinos, aún por veinte minutos más inundaron los aplausos la sala de conciertos.
La música contiene dentro de sí infinitas historias, esa es la premisa fundamental de esta columna. Soy libre de encontrar y contar mis historias como lo son ustedes de encontrar las propias, pero una vez que se ha dicho todo, ¿cuál historia permanece? ¿Don quijote y las ovejas? ¿Los enamorados desvistiéndose? ¿Los fuegos artificiales o el niño con su caja musical? ¿El borracho? ¿Será el orgasmo del punto G? La respuesta simple es: ninguna. Cuando se le preguntó a Zappa por el origen del título dijo que la pieza estaba terminada y necesitaba un nombre, pensó que éste le venía bien. El significado de la música es entonces intrínseco a las notas y los intervalos, se encuentra dentro de ella; solo así somos libres de fantasear.
Autor: Fermín León Salazar Compositor estudiante de la facultad de música de la UNAM. Seguidor de las artes. Mexicano de 21 años. Escribo sobre la música de nuestro tiempo y las historias detrás de ella. |