Cerca de 4 millones de búsquedas hechas en Google. 4.3 Millones de videos visualizados en Youtube. Medio millón de tweets publicados. 40 Millones de mensajes de WhatsApp enviados. Más de 50,000 fotografías subidas a Instagram. Alrededor de 40,000 horas de música reproducidas en Spotify. Todo esto es lo que ocurre minuto a minuto en internet.
No hay lugar a dudas. La creación del internet se ha vuelto la más grande revolución tecnológica del último siglo. Desde la creación de las redes sociales hasta el desarrollo de un entorno virtual que cada vez se entreteje más estrechamente con la realidad, los medios digitales actuales han cobrado una importancia tal para la sociedad humana que paulatinamente se han ido adueñando de la vida cotidiana. La hipermediatización rige el ritmo del día a día, ya sea mediante el tiempo de carga de una foto en Instagram o esperando a que se reproduzca la última canción agregada a la playlist.
La música es uno de los ejemplos más claros del impacto que hoy en día tiene el fenómeno de masificación del internet. Parece mentira que hasta hace algunas décadas la industria musical estaba sostenida en la venta del material discográfico mientras que hoy en día no sólo la venta, sino también la producción misma de discos han ido disminuyendo gradualmente. Las plataformas digitales, principal medio de reproducción de música, favorecen la creación de sencillos y videoclips por encima de trabajos discográficos completos, alterando así el funcionamiento tanto de la creación como de la recepción musical.
La consecuencia directa de esto es un mercado sobresaturado de material publicado lo más rápidamente posible, lo que genera un flujo de lanzamientos musicales avasallador. El feed de Youtube se llena cada mañana de nuevos videoclips creados por una cantidad infinita de artistas y la lista de canciones de Spotify se actualiza incesantemente. Entonces la duda surge: ¿Qué es lo que hace que ciertas canciones logren destacar de entre el torrente musical infinito que se produce diariamente?
Durante los últimos años ha existido una fuerte especulación que rodea el ámbito de la producción musical que sugiere que existen fórmulas algorítmicas que podrían garantizar el éxito de algún tema musical. Aunque bien es cierto que pueden existir algunas características a nivel de producción que hacen cierta música más «pegajosa» que otra (el gancho de un motivo melódico fácil de recordar, el uso de alguna base rítmica llamativa, etc.), la idea de una «receta de cocina» no explica por qué ciertas canciones con características muy similares llegan a generar un impacto muy diferente en el público.
La respuesta, entonces, parece escaparse del ámbito estrictamente musical y se vuelve más una labor de estudio sociológico relacionado con la creación de modas y tendencias.
En el 2006, la universidad de Columbia publicó un estudio* que buscaba analizar la impredecibilidad de las tendencias en el mercado cultural. La muestra de estudio estuvo conformada por 14,000 personas dentro de un mismo rango de edad, en condiciones sociales similares. A todos ellos se les pidió que escucharan por primera vez cierto catálogo de canciones creadas por bandas emergentes completamente desconocidas.
El proceso del experimento fue muy simple: Todos los participantes debían escuchar la música en una plataforma digital, dejar una valoración de cada una de las canciones y descargar aquellas que más les gustaran. El grupo de estudio fue dividido en secciones para ser sometido a pruebas diferentes: mientras que en algunos grupos los participantes no tenían acceso a ningún dato extra además del nombre de la canción, en otros grupos podían ver dentro de la misma plataforma el número de descargas que tenía cada canción así como a las valoraciones hechas por el resto de participantes.
El resultado fue sorprendente. Cada grupo de estudio generó tendencias completamente diferentes. No existieron modas «absolutas». Mientras que una canción podía haber sido un éxito en cierto grupo, en otro podía haber sido completamente ignorada, y todo esto gracias a que dicha canción había sido previamente calificada y contaba con un número alto de descargas. El factor que delimitara que cierta canción gustara o no dependía de si alguien previamente había calificado positivamente dicho tema. En cuestiones masivas, el gusto se rige por tendencia, no por valores musicales.
Este fenómeno responde justamente a uno de los mecanismos más básicos del comportamiento humano: la imitación. Cuando nos vemos inmersos en una situación que se escapa a nuestras capacidades de análisis, el primer mecanismo de supervivencia es buscar un modelo para seguir y así evitar un posible error. Lo sorprendente, y francamente inquietante, es que dicha imitación se produce incluso en cuestiones apreciativas, generando una inercia que parece no tener más explicación que el movimiento mismo.
Pero existe otro factor más que modifica la dirección que toman las tendencias musicales y es justo aquí en donde entra en juego la importancia del internet, las redes sociales y sus participantes. Es un hecho que las opiniones de los demás modifican activamente la recepción que tendrá cierta canción en los nuevos escuchas; sin embargo, no todas las opiniones «valen» lo mismo.
Si algún influencer famoso comparte una canción en alguna de sus redes sociales, es un hecho que dicho tema tendrá una tendencia mayor equivalente a la popularidad de la persona que la compartió. El hecho mismo de que haya cierta canción que aparezca en alguno de los apartados de «tendencias» en las plataformas de streaming es ya una garantía de que dicho tema se hará popular; puede que dicha popularidad se agote después de algunas horas, o quizá en meses, pero es un hecho que tendrá cierto nivel de éxito mediático.
Es sumamente interesante pensar cómo funcionan los mecanismos del gusto social, ya que gracias a este tipo de análisis podemos entender cómo es que han evolucionado las tendencias musicales a lo largo de los últimos años llegando a invertir los papeles dentro de la industria. Actualmente, los músicos y productores van intentando alcanzar la ola sobre la que va deslizándose la tendencia que, de una u otra forma, el público delimita. Así, los creadores están forzados a una constante adaptación y cambio, explicación del porqué de muchas de las nuevas propuestas, mezcla entre géneros y estilos que en un principio podrían parecer ajenas a cualquier lógica musical.
De esta forma es como se han gestado muchos de los temas bomba que han marcado tendencia en los últimos años, canciones que han sabido leer el ambiente social adecuado para adueñarse del público y generar un cambio dentro del paradigma de creación y recepción del momento.
Justo ahora va comenzando el verano, la época del año cuando existe el mayor número de escuchas potenciales, por lo que será cuestión de días para que alguno de los artistas en tendencia lance la siguiente «canción del verano» y marque la linea que encabezará la producción musical durante los próximos meses y que, sin importar cuestiones de gusto, estaremos escuchando una y otra vez en cada estación de radio, lista de reproducción y bocina callejera que podamos encontrar.
* «Experimental Study of Inequality and Unpredictability in an Artificial
Cultural Market», publicado el 10 de febrero del 2006 en la revista Science. Consultado en: https://www.princeton.edu/~mjs3/salganik_dodds_watts06_full.pdf