Claire Darling despierta una mañana con la certeza de que aquel será el último día de su vida. Este presentimiento la lleva a deshacerse de todos sus bienes. Con una inesperada venta de garage, Claire vacía su casona, antes repleta de toda clase de tesoros: obras de arte, muebles antiguos, muñecas, relojes y maravillosos autómatas. Aquellos objetos son testigos de su vida que, aunque opulenta en apariencia, entraña hechos profundamente trágicos y dolorosos para ella. El proceso catártico de depuración de bienes, llevará a la señora Darling a reencontrarse con personajes de su pasado.
Todos esos objetos me han acompañado, cada uno a su manera. Ahora ya no los necesito.
Claire darling
Ante la avidez de sus vecinos en Oise —muy cerca de París—, quienes adquieren maravillas a precios increíbles, Claire ve irse, uno a uno, los artículos que en otro momento coleccionaría, como una suerte de anticuario. Personas cercanas a ella intentan convencerla de que aquello es una verdadera locura, pero ella insiste en dar «una nueva vida feliz para los objetos».
La belleza de los objetos eleva nuestra alma.
Claire Darling
Aquí, en el universo de la película, los artículos no son tratados en relación con su valor monetario, sino simbólico. Estos han sido resignificados por su poseedora y a ellos subyacen historias, sentimientos o la memoria misma.
Martine, una joven que durante su infancia había visitado y recorrido con fascinación aquella casa-museo, llama a su amiga: la hija de la señora Darling, para que haga algo al respecto. Hace veinte años que Claire no ha visto a su hija, Marie, por lo que aquel encuentro revivirá fuertes emociones en ambas.
Los recuerdos vienen y van. Es así como el espectador puede reconstruir, poco a poco, las vidas de la señora Darling y su hija, y comprender cómo es que se ha llegado a aquella peculiar situación. El devenir de estas dos mujeres está plagado de encuentros y desencuentros, un amor frustrado entre madre e hija, la muerte de seres queridos y otros momentos que las han atormentado durante años. Mientras Claire prepara todo para su muerte, el retorno de Marie a la casa de su infancia la llena de nostalgia, reviviendo reminiscencias de un pasado que se le antojaba ya lejano.
Aunque el final de esta historia pareciera fácil de adivinar desde el comienzo, su recorrido es sumamente placentero. Llena de escenas emotivas, una fotografía luminosa y de colores vibrantes, así como maravillosas actuaciones, la cinta no deja nunca de sorprenderte. Se trata de un profundo acercamiento a las relaciones humanas, en medio de un ambiente casi fantástico por su colorido y riqueza.
La música es, sin duda, una de la tantas joyas de esta película. Las composiciones de Oliver Daviaurd, así como una interesante selección de obras clásicas, dan fuerza y personalidad a las escenas. El valse de l’adieu (vals del adiós) —del célebre pianista y compositor francés Chopin— anticipa sutilmente la temática de esta gran película.
Autor: Sofía Amezcua Apasionada por la cultura y sus manifestaciones. Historiadora del arte en formación. Ser narrativo. |