Ciegos. A partir del beso nos llama la vida a florecer. El éxtasis se nos presenta en ilusiones impedidas por truenos pulsantes. A partir de tu caricia nos llama el ser al vuelo. Se arrastra por el piso quien nos dio la vista y encuentro en tu piel un espejo. Primero el fuego y luego la lanza hurtan los aromas de orquídeas y vetiver. Desde el vientre clavan las serpientes los colmillos en tus muslos y de su veneno nace aquel quien crea el universo con su mirada. Sobre el pecho de tu cuerpo, que es el mío, el más alto ideal se vuelve palpable. En el vuelo de espiral ascendente el espíritu creador inmortaliza el deseo. Embriones de la vida, os traigo osadía.
Aleksandr Scriabin nació proféticamente en la navidad de 1871, en Moscú, convencido de cambiar al mundo. Teniendo apenas su primer año de edad, su madre murió y pocos años después su padre le dejó con sus tías, quienes le mimaron durante su infancia. Pequeño, precoz constructor de pianos y dotado de permanentes impulsos creativos, Aleksandr destacaba por su rareza; sin embargo, se ganaba la amabilidad de sus pares con sus habilidades de pianista, gracias a las que se graduó del conservatorio de Moscú a los 20 años.
Enamorado por la filosofía y la teosofía, pero reconocido por sus obras para piano, Scriabin consideraba que el peor destino que pudiera acontecerle sería que le conociesen solo como un escritor de sonatas y sinfonías. Fue la intensa relación con lo místico lo que llevó al compositor a embarcarse en obras con creciente peso religioso. Entre 1905 y 1908 Scriabin se dedicó a escribir un poema que encapsularía su visión de la vida, narrando el nacimiento del espíritu creador, quien es capaz de unir en un mismo gesto el orgasmo corporal con la creación del universo. En una carta a su esposa Tatiyana Schloezer, le cuenta:
Recién he escrito un monólogo con los colores más divinos. De nuevo estoy siendo elevado por una enorme ola de creatividad. ¡Me falta el aliento, pero oh, que dicha!
El poema del éxtasis, escrito en más de trescientos versos, sería sublimado en un poema sinfónico homólogo escrito en un solo movimiento, también referido como su cuarta sinfonía; pero la ola de creatividad que el poema invitó no había terminado. Cuando solo restaba el pulido de detalles a la orquestación de la sinfonía, las propiedades catalíticas del poema inflamaron algunas ideas musicales a convertirse, en tan solo seis días, en el microcosmos de la quinta sonata de Scriabin. Su epígrafe lee:
¡Os llamo a la vida, ocultos anhelos!
Ustedes, ahogados en las oscuras profundidades
Del espíritu creativo, ustedes, tímidos
Embriones de la vida, os traigo osadía.
[0:00] El espíritu impetuoso, alado con sed de vida, atraído hacia el vuelo, aparece con trinos graves que lo ascienden al mundo. Lánguido, sin fuerza, permanece durante la introducción entre sueños de amor. El primer tema, veloz y danzante se desliza con alegría. Los ritmos oscuros de un urgente llamado se presentan bruscamente dejando tras si acordes de misterio y ansiedad. Trompetas brillantes cortan la bruma con rayos de luz. El tema secundario se desenvuelve envuelto entre caricias y besos de quedas melodías cromáticas perdiéndose hacia el olvido. Melancolía y vació persisten y el universo, desgastado de placer resuena: “¡Algo más! ¡Lo nuevo!” Una danza tumultuosa de juegos rítmicos le trae significado al espíritu. Las trompetas que antes alejaron el terror ahora le llaman a emprender su vuelo y de nuevo escuchamos los trinos graves de la asunción, esta vez un tono más alto.
[4:07] Después de la superación de la primera adversidad, el desarrollo de la sonata delinea los obstáculos del espíritu victorioso conforme obtiene conciencia de la totalidad de su creatividad. Una vez más se encuentra en reposo con la melodía lánguida de la introducción. Al tomar fuerza en el desarrollo del primer tema se enfrenta a los urgentes llamados, que en varias tonalidades desde todas direcciones le llaman a su superación. Los materiales musicales se interrumpen entre sí mientras siguen de cerca el vuelo. En la danza tumultuosa es victorioso y asciende de nuevo, un semitono más. Inflamado de pasión, el tema lánguido del amor estático, que normalmente seguía la asunción, aparece juguetón, alentando al espíritu a continuar. Sin embargo, el obstáculo de todo aquél que es vencedor es la melancolía inherente a la vida sin un nuevo ideal al cual apuntar. Así lo escuchamos una vez más con el segundo tema. Pero el tiempo no descansa, dotado de vida el universo siempre se manifiesta de nuevo, interrumpiendo poco a poco la melancolía. Son los ritmos de estas manifestaciones las que liberan a este segundo tema hacia un atrevido clímax. «¡Os llamo a la vida, ocultos anhelos!»
[8:05] Inicia la reexposición, los temas se presentan en el mismo orden que al inicio pero esta vez transpuestos por el intervalo de una quinta, continuando el vuelo ascendente. La danza veloz, los llamados urgentes, las trompetas, las calmas caricias, él último viaje del espíritu-dios. Sembrado sobre los cuerpos de las multitudes que le forman, se enfrenta a una última meta con la embriaguez de la pasión, vertiginosa fuerza y luminosidad. En el clímax de la obra campanean los acordes más agudos y sobre ellos canta el tema del éxtasis, antes lánguido y débil, ahora brillando fortalecido con el poder divino de infinitas mareas de creación. Asciende una vez más en la tonalidad original, en el nivel más alto del espiral.
El poema del éxtasis tomó demasiada de mi energía y probó mi paciencia. […] Hoy casi he terminado mi quinta sonata. Es un gran poema para piano y la considero la mejor composición que jamás haya escrito. No conozco a través de qué milagro lo logré.
Aquello que amenazaba, ahora seduce, lo que aterrorizaba es ahora placer. Separados de las metas finitas, volando en vez hacia el ideal más alto, los obstáculos y placeres se inundan de significado y se prolonga la culminación del éxtasis hasta el fin de los tiempos. Cuando se haya agotado por completo su substancia y se haya liberado toda su energía, solo quedará el éxtasis silencioso del último beso, llevando consigo toda la devoción que ofrecen dos cuerpos que son uno solo.
Autor: Fermín León Salazar Compositor estudiante de la facultad de música de la UNAM. Seguidor de las artes. Mexicano de 20 años.
Escribo sobre la música de nuestro tiempo y la manufactura detrás de ella. |