Soixante-dix sept. ¿Qué haría si un buen día tuviera que cuidar sorpresivamente de un niño de 13 años introvertido, hipersensible, nervioso, con problemas de sociabilidad y muy inteligente? En fin, para ser directos, con síndrome de Asperger. En el hipotético caso de que esto sucediera, el panorama seguro se tornaría peculiar para usted. A cambio, quizá recibiría una lección que jamás, jamás, jamás, en su vida podría volver a vivir. Lo extraño siempre deviene en conocimiento. Monsieur Je sais-tout (2018), o Señor sabelotodo en español, estuvo presente en el Tour de Cine Francés de este año y, puedo asegurárselo, no tiene pérdida…
Usted y yo sabemos, en la típica frase cliché, que cada cabeza es un mundo. Podemos trasladar este lugar común a los espacios donde diferimos con cualquiera en todo sentido, ya sea desde opiniones, ideas, comportamientos, hasta reacciones. Para un niño con Asperger la frase se adapta literalmente.
Vincent Barteau (Arnaud Ducret) es un entrenador profesional de fútbol. Tuvo que retirarse de las canchas por una grave lesión. Su vida gira alrededor de las relaciones sociales ocasionales, el confort de ser un hombre solitario con cierto reconocimiento público, que además piensa vivir en China por la oferta de trabajo por parte de un equipo. Su vida cambia cuando Léo (Max Baissette), un sobrino suyo con quien jamás tuvo trato, aparece en la puerta de su hogar a causa de distintas circunstancias. Al parecer la lejanía sólo es aparente.
En principio la relación entre ambos es compleja, pues Vincent parece no entender la situación específica de Léo. Pareciera que es él quien no tiene una gran capacidad de empatía (rasgo del síndrome de Asperger), y que por el contrario Léo sí posee una ligera inclinación hacia él. Entonces aparece la Dra. Saubade, médico del equipo que dirige Vincent, quien encauza el entendimiento y el tacto del entrenador hacia su sobrino.
El desarrollo de los dos personajes centrales se desenvuelve con una gran naturalidad. Ese es un gran acierto por parte del guión y la historia. Ambas confluyen para hacer el espectador partícipe de las emociones entre tío y sobrino. En ocasiones, pareciera que la dureza de Vincent puede desesperar a cualquiera, pero entonces aparece la ecuanimidad de Saubade y la historia parece dirigirse en otra dirección.
Éste, lector, no es un filme de sentimentalismo llano con un telón de trama repetitiva. La historia del niño que lo sabía todo aborda diferentes temas, los cuales parecieran alejarse a veces pero reconciliarse en otras ocasiones. Los detalles en la narrativa funcionan dentro de la coherencia y tarde o temprano cobran un sentido con un peso específico, sea trascendente o no.
Cabe destacar que la película no pertenece al drama, sino a la comedia dramática. Usted, lector, podría preguntarse, ¿dónde quedan las risas? Señor sabelotodo no responde a un humor pesado, rebuscado o complejo. Más bien, construye uno mucho más espontáneo, en ocasiones sutil, y hasta sin mucho sentido (esto no significa que sea absurdo). Hay ocasiones donde la risa aparece, aunque para el público no sea coherente. En este caso marca, más bien, los rasgos definitorios de los personajes para caracterizarlos de otra manera.
Otro gran acierto es el planteamiento de la situación específica que viven los niños con Asperger. La exclusión social a este sector se basa en la superficial y burda clasificación de la siempre denigrada locura. La locura como otredad. Sin embargo, si el padecimiento Léo no reside ahí, en la locura o la esquizofrenia, ¿dónde existe entonces? La frase de «cada cabeza es un mundo» viene a mi mente otra vez. Ese espacio negado, por no pertenecer al mundo propio discursiva, material e idealmente, se convierte en un enclaustramiento que deriva en consecuencias catastróficas para los pacientes de Asperger.
Los poco menos de 100 minutos que dura la cinta son sumamente amenos, con una historia envolvente que bien podría atraparlo, lector. Cabe señalar que en cada escena, la narración se torna más atractiva por el desarrollo psicológico y emocional de los personajes, cuestión interesantísima por el tratamiento del personaje de Léo, cuya única esperanza, en todo sentido, termina siendo Vincent.
Amor, desesperación, anhelo, cobijo. Si usted en alguna ocasión ha experimentado alguna de estas sensaciones (aunque sea como mero síntoma de algo más…) bien puede ver la película de Stéphan Archinard y François Prévôt-Leygonie. Señor sabelotodo fue una de las grandes cartas de presentación del Tour de cine francés por el complejo desarrollo de sus personajes y las buenas actuaciones de sus protagonistas. Definitivamente, esta película puede enseñar mucho a cualquier público… que bien pudiera ser usted, lector. Soixante-dix sept.
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Seudónimo: Moritz Kilpatrick (CDMX, 1995). Escritor ocasional, amante del cine, la crítica y los espacios solitarios.
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