La enésima musa

«La hoja blanca poco a poco poblada de edificios, ventanas, corredores.»

VICENTE QUIRARTE

«Es la ciudad perdida por antonomasia, pero encontrada por la literatura que la construye día a día, que la restaura, que la revela, que la cuida, que la reta.»

GONZALO CELORIO

Nuestro país posee una capital -antes llamada Distrito Federal, ahora Ciudad de México- que bien podría ser un microcosmos de todo nuestro extenso territorio. Círculos dentro de círculos, a veces más grandes, a veces más pequeños. Si bien tendemos a centralizar o a jerarquizar, lo cierto es que no existe un México en sí mismo, sino más bien muchos «Méxicos» que coexisten diariamente; en ocasiones más intrincados que lo que nuestra propia percepción acoge. Indaguemos, pues, en una somera óptica.

He aquí un ejemplo: Guerrero. Insurgentes. Alzate. En un sólo cruce, la vida cambia completamente. A sólo unos cuantos pasos, la distinción entre la siempre curiosa Santa María la Ribera contrasta con los albores de la repudiable Guerrero: la colonia Buenavista. La línea divisoria, Insurgentes, se interpone en medio como un canal comunicativo, como una atenta invitación al trance, al igual que la ciudad siempre lo es entre la literatura y la amplia diversidad social.

Evoquemos sin más a la gran Tenochtitlan y su maravillosa vista, según Bernal Díaz del Castillo. Pensemos en Cervantes de Salazar con sus recorridos en aquel 1554. Leamos la Grandeza mexicana de Balbuena, «La llorona» de Artemio de Valle Arizpe, o saltemos en el tiempo, algunos años solamente, hasta las batallas de José Emilio Pacheco. No olvidemos La región más transparente o la casi impercetible importancia de la Ciudad en la primera novela negra mexicana: El complot mongol de Rafael Bernal. No cabe duda de que, en un mísero recorrido de cinco o seis líneas, el panorama abarca ya varios siglos y la Ciudad sigue siendo ese fantasma, esto palpable y aquella aparición venidera.

A la sombra de las abstracciones, la Ciudad abarca más que un simple telón. En ocasiones, la vida misma se genera a partir de ella; es decir, cobra un sentido amplísimo con tintes de heterogeneidad. De ahí que, físicamente, los ejes o vías relevantes sean tan fundamentales para todo habitante de esta Ciudad; es decir, para unir los fragmentos en los cuales nos desenvolvemos. Sin quererlo, los escritores han hecho de la Ciudad su enésima musa -otorgando, por supuesto, el reconocimiento debido a la religiosa jerónima: «la décima musa»-, pues incansablemente, los escombros de este lugar resurgen y «retiemblan en los centros de la tierra».

Entonces los ya mencionados y encomiables «Méxicos» aparecen. Sea diurna, nocturna, bohemia, violenta, catastrófica, afable, discreta o volátil, la Ciudad siempre será protagonista de las más grandes desazones o hazañas -quizá más las primeras que las segundas, según sea el caso- de todos sus residentes ficcionales o reales. La verdad es que en ocasiones parecen fundirse unos con otros y las claras líneas divisorias (como Insurgentes) desaparecen. La Ciudad por tanto cobra un sentido casi mágico. Recordemos a Dalí luego de visitar México y al mencionar su sorpresa por encontrarse en un sitio más surrealista que sus propias pinturas.

A cada momento, toda célula anda por ahí, repartida entre la sangre, regada entre las arterias. Así como la Ciudad tal. Sería imposible definirla a partir del ahora, pues transmuta constantemente por ser el punto de convergencia de historias, pueblos, personas, costumbres, creencias, ideas, morales, psiques… células. De ahí la importancia artística de petrificar perdurablemente un recuerdo, una experiencia o una invención. La Ciudad de México embalsama a todo aquel que desee inmortalizarse a sí en un breve momento único de la misma Ciudad, al igual que lo logra una fotografía.

De la literatura brotan Ciudades, no Ciudad. A cada paso suenan, como «Aquí», las voces que oímos sin escuchar y que a veces escuchamos de más:

Mis pasos en esta calle

resuenan

en otra calle

donde

oigo mis pasos

pasar en esta calle

donde

sólo es real la niebla.

Tal simultaneidad gobierna no sólo a la capital, sino también a México. El orden del caos, el caos en el orden. Todo paso de allá se escucha aquí, en cada letra, y en cada una, ahí, cobran sentido, como lo dice Vicente Quirarte, los edificios, las ventanas los corredores. Todo. Todo lo que es y no es esta Ciudad: melancólico recuerdo, variable espacio, hogar caótico y paradójicamente también entrañable exilio. En fin, enésima musa.

Joshua Córdova RamírezAutor: Joshua Córdova Ramírez Estudiante de Letras Hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ganador del concurso interpreparatoriano de Poesía. Ha publicado en revistas como Cruz Diez, La sociedad anónima, Palabrerías y la antología de la Secundaria Diurna No. 4. Fue colaborador y community manager de Primera Página. Actualmente es su director editorial.

 

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