El cariño nos encuentra siempre. La pasión por el color de un ave y su canto que llama compañía. Meñique inocente al encuentro de otro. Cálido, el viento se eleva frente a quienes se miran entre sí como espejos. La caricia de los bigotes de un gato y su maullido hambriento. Pasto frente un par de codos. Significativa, cruza los cuartos de la casa la melodía que un padre compone al arrullo de su hija. Joven inocente al encuentro del sueño.
El cariño nos encuentra siempre, como encontró a Achille-Claude Debussy en 1910 al terminar su preludio para piano “La niña de los cabellos de lino”. A sus cuarenta y dos años, en el auge de una carrera caracterizada por un rechazo a la tradición musical en todos sus ámbitos; particularmente melódicos, armónicos, formales y orquestales, se encontraba a la mitad de escribir el primero de sus dos libros de preludios para piano.
“Un preludio es la música que comienza algo, algo que no conocemos y sin embargo, es completamente irrelevante. Es, por el gusto y el placer, comenzar algo sin un propósito.”
Traduzco a Daniel Barenboim en sus comentarios sobre los preludios de Debussy. Estas obras no tienen consecuentes, no les sigue una sinfonía o una fuga, no hacen el preludio a nada, existen por sí mismas.
A “La niña” le anteceden en el libro dos preludios: “Pasos sobre la nieve” y “Lo que ha visto el viento del oeste”. El primero lento y estático en su armonía, el segundo violento y disonante. Ambos crean la tensión que se resuelve en las armonías plenamente tonales, poco características del trabajo de Debussy, presentes en “La niña” de principio a fin.
Formalmente en un preludio se plantea y desarrolla un único tema musical. A lo lejos y quedo se escucha el tema de la niña, cuatro notas de un acorde que ondulan lentamente y terminan en una cadencia imponente armónicamente, pero frágil en su gesto. Se escucha una respuesta de acordes en coro, que es seguida por el tema una segunda vez, ahora con una armonía distinta, sugiriendo un estado de inquietud: la niña recostada, incapaz de conciliar el sueño. Las últimas notas del tema cobran vida propia iniciando un paseo por el piano, de lo grave a lo agudo, desarrollando al terminar su viaje, un gesto que asemeja el mecer de una cuna. Lentamente desciende, cada vez más quieta, hasta llegar el cambio de armonía que revitaliza la música a crecer lentamente con los impulsos de escalas ascendentes hasta un clímax de acordes y melodía. Mientras la música baja poco a poco su intensidad, el sueño de la joven parece al fin abandona su cuerpo, dejándonos solo con un gesto de armonías consonantes que colorean el espacio. Escuchamos un nuevo acorde, sobre él se pinta de nuevo el tema de la niña, pero recontextualizado armónicamente la sensación es muy distinta, lo aliviana y abrillanta. Se encuentra donde debe estar. El mecer de la cuna retoma su discurso relajando nuestra escucha y llevándonos hacia un quedo y consonante arpegio que termina la pieza en la paz del sueño.
Este año, llamado de Debussy por su centenario luctuoso, les invito se atrevan a conocer a fondo la música de este robusto compositor de melodías delicadas con un oído sensible a las sensaciones armónicas donde el mayor simbolismo se esconde.
La niña de los cabellos de lino obtiene su nombre por el poema original de Leconte de Lisle, el cual les dejo traducido del francés al inglés junto con el preludio interpretado por Daniel Barenboim.
On the lucerne midst flowers in bloom,
Who sings praises to morning?
It is the girl with golden hair,
The beauty with lips of cherry.For, love, in clear summer sunlight,
Has soared with the lark and sung now.Your mouth has such colours divine,
My dear, so tempting to kisses.
On grass in bloom, talk to me, please,
Girl with fine curls and long lashes.For, love, in clear summer sunlight,
Has soared with the lark and sung now.Do not say no, cruel maiden.
Do not say yes. Better to know
The long lasting gaze of your eyes
And your rosy lips, oh, my belle.For, love, in clear summer sunlight,
Has soared with the lark and sung now.Farewell, you deer, farewell you hares
And the red partridge. I want
To stroke the gold of your tresses
Smothering lips with my kisses.For, love, in clear summer sunlight,
Has soared with the lark and sung now.