Si pensamos en “música para niños” seguramente lo primero que se nos viene a la mente es aquella música que fomenta la educación infantil, que habla de temas positivos, con un ritmo juguetón y una letra cargada de buenos valores y alegría, porque justamente eso es lo que les gusta a los niños… ¿O no?
Luis Pescetti, el compositor, autor y especialista en divulgación cultural infantil, opina todo lo contrario.
Pensar en la infancia como si fuera una etapa de limitación de capacidades es totalmente erróneo. Pescetti defiende la idea de que los niños no son una especie de “adultos en miniatura”, sino que tienen sus propios intereses e inquietudes particulares, a pesar de lo que puedan querer o creer sus padres.
Un niño puede experimentar los mismos sentimientos que un adulto, la única diferencia es la manera en que estos se manifiestan en su día a día. Un adulto puede sufrir decepción tras un despido laboral; un niño, tras un fracaso escolar. El adulto experimenta angustia ante la incertidumbre de los problemas económicos; un niño, ante la llegada de un nuevo hermanito. El enamoramiento se hace presente en ambos momentos, la diferencia está en las implicaciones que este tiene dentro de la vida del niño y dentro de la vida del adulto, respectivamente.
Por esto, el hecho de limitar los temas que se «deben» o «no se deben» incluir dentro de la música que los niños escuchan es tan necio como querer tapar el sol con un dedo. Tratar de proteger a los niños del mundo que los rodea no es más que una forma de extender los propios miedos que tenemos como adultos hacia aquellas situaciones que están fuera de nuestro control.
Esto, por otro lado, no implica que las maneras con las que se aproxima a los niños a estos temas profundos carezcan de importancia. Cualquier tema es apto para ser tratado con un niño, pero debemos mostrárselo de la forma en que mejor pueda entenderlo, tomando en cuenta la manera en que él concibe el mundo.
De esta forma Pescetti busca retratar el mundo desde los ojos del niño para que así, al escuchar las canciones, se sienta identificado con el mensaje que el compositor busca transmitirles. Por esta razón vemos que sus letras están llenas de candidez y lirismo, de risas espontáneas y de una irreverencia cautivadora. Su música es tan poco convencional porque es de los pocos cantautores que escribe su música poniéndose de la estatura de un niño.
Así, ha logrado crear un amplio abanico musical en donde toca temas de la más diversa índole, profundizando en ciertas cuestiones que podrían parecer «inadecuadas», dada su complejidad, pero que están presentes en muchos momentos de la vida de los niños, y que al ponerlos en contacto con ello, los ayuda a poner en palabras todo aquello que sienten y que dentro de su mente aún no tiene nombre.
El enamoramiento, la sensación de abandono, el miedo, la vergüenza, los celos, la muerte, todo esto es lo que busca mostrarles el cantante argentino a los niños, enseñarles que todo esto forma parte de la existencia y que es imposible librarse de ello, y no solamente a ellos, sino también a los propios padres, que deben aprender a ver todos estos fenómenos de la vida humana a través de los ojos de la paternidad.
Todas estas canciones están pensadas de esa forma, como una especie de negociación entre el mundo de los adultos y el de los niños, buscando conciliar dos formas de ver la vida que pareciesen estar enfrentadas y que, sin embargo, se encuentran muchísimo más próximas de lo que pensamos.