Los Juegos Olímpicos de Río siguen dejando secuelas en nuestro país y con ello surge en mí una reflexión acerca de la importancia que tienen los denominados deportes de contacto en México. Probablemente para nadie es un secreto que gran parte de las medallas nos caen en deportes de madrazos (además de en clavados y marcha, naturalmente). Podemos contar ya doce medallas en boxeo, siete en tae kwon do y una en lucha grecorromana, es decir, veinte de las sesenta y siete totales han caído a base de golpes. Limitar la historia de los deportes de contacto a los Juegos Olímpicos sería dejar fuera toda una tradición boxística y de lucha libre que sostienen en lo más alto el nombre de México en el deporte.
Todos los seres humanos, y especialmente los latinoamericanos, estamos llenos de pasiones a punto de desbordarse. En esta región del mundo nos identifica el carácter sanguíneo y el carácter colérico. El estereotipo del latinoamericano es el de una persona intensa que expresa sus emociones abiertamente y, aunque todos los estereotipos están exagerados, sin duda hay algo de razón ahí. Somos pasionales en situaciones de alegría y también de enojo, en México abundan los abrazos y los golpes. Es importante destacar que la violencia existe en cada rincón de nuestro planeta, a tal grado que no puedo nombrar una sola nación que no se haya visto envuelta en alguna guerra, tiroteo o conflicto armado de cualquier tipo.
Muchos de los héroes mexicanos se han forjado a base de chingadazos en el deporte. No nos resultan ajenos los nombres de María del Rosario Espinoza, Julio César Chávez o el mismísimo Santo, tres nombres de historia, de gloria y de triunfos. María del Rosario Espinoza se acaba de convertir en la mujer mexicana que más medallas olímpicas tiene en su haber. Julio César Chávez marcó toda una era del boxeo a nivel internacional y el Santo es el máximo superhéroe de México. Es difícil de imaginar ahora a nuestro país sin sus legendarias Arena México (favor de no confundir con Arena Ciudad de México) y Arena Coliseo, recintos que han visto cientos de máscaras caer y decenas de impresionantes knock outs.
Quizá el deporte que más identifique a México a nivel mundial es la lucha libre. Las máscaras de luchadores son parte de nuestra identidad y nos hacen recordar incluso a las máscaras de las que hablaba Octavio Paz en El laberinto de la soledad. Gracias a la máscara, don Rodolfo Guzmán Huerta se pudo convertir en el superhéroe de carne y hueso que México adoptó con tanta pasión y que conoció como Santo. El deporte espectáculo que llegó a través de Salvador Lutteroth en 1933 está a punto de celebrar 83 años de vida en el país y sus tradicionales funciones de cada viernes en la Arena México sólo pudieron ser detenidas por la epidemia de influenza del 2009.
Este deporte es nuestra propia representación del bien y el mal en la sociedad. Lo mejor de todo es que ambas fuerzas son reales y sus rostros son un misterio para los espectadores. Me refiero a que todos sabemos que el nombre de Batman es Bruce Wayne (o Bruno Díaz en los años en que los hispanohablantes éramos alérgicos al inglés) y que Bruce Wayne a veces se parece mucho a Ben Affleck pero otras veces es igualito a Christian Bale. Sin embargo, el nombre y rostro de Místico, La Parka o Blue Demon Jr. son todo un misterio para todos, es decir, ¿quién te asegura que ninguno de ellos es tu propio vecino? Los niños mexicanos de los 60’s veían al Santo enfrentarse a las momias de Guanajuato y unas horas después lo podían tener frente a sus ojos, tratando de vencer nuevamente al mal representado en la figura de Black Shadow. Deberíamos retar a Batman a hacer lo mismo.
Me saltaré al tae kwon do debido a mi desconocimiento sobre este fabuloso deporte, al que apenas le he tomado interés desde esa última victoria de María Espinoza, y seguiré con el box. Es una maravillosa disciplina también el box, un auténtico hervidero de pasiones que ha tenido grandes ídolos mexicanos. No sólo resalta en letras doradas el nombre de Julio César Chávez, también hay más pugilistas nacionales tremendamente reconocidos como el “Finito” López, el “Ratón” Macías o los que apenas están escribiendo su historia como Juan Manuel Márquez o el “Canelo” Álvarez.
Los niños cuyos padres han sido boxeadores o luchadores suelen seguir los pasos de sus padres y heredan la tradición casi siempre por gusto propio. Los deportes de contacto provocan en el mexicano, a cualquier edad, muchas emociones y le dan la oportunidad de desquitarse y de estar en contacto, al menos por un rato, con su propia libertad. Nuestra cultura lo necesita.
Los deportes de contacto no provocarían la misma euforia sin sus comentaristas, aunque a estos nuevos comentaristas ya no los hacen como antes, que me perdonen las actuales Televisa y Tv Azteca. Ya no hay un Pedro “el Mago” Septién (que admito que no me tocó escuchar sus narraciones en vivo porque soy de una generación considerablemente posterior, lo bueno es que existe YouTube). La emoción y respeto a los atletas que ese hombre transmitía en sus narraciones es inigualable.
El deporte, sin embargo, ha evolucionado y cada vez resulta más espectacular, la lucha libre se ha vuelto más acrobática y el box más rápido. En este video pueden comparar tanto el estilo de lucha como el estilo de narración.
Los deportes de contacto no sólo liberan la pasión de los atletas sino también de los espectadores. Por eso es frecuente escuchar manifestaciones del florido dialecto del español mexicano en las arenas de lucha libre y box, tales como “¡quiero ver sangre!”, “¡órale, pártele su madre!” y otras frases mucho más creativas que por el momento no logro recordar. El público tiene la gran oportunidad de imaginar que el luchador o boxeador que tiene por ídolo lo va a defender de su jefe o le va a dar la paliza que se merece a su insufrible bulleador en la secundaria. Tan sólo hay que recordar que todo el país se paralizó la noche en que Manny Pacquiao se enfrentó finalmente a Floyd Mayweather, y eso que ninguno de los dos es mexicano. Ni qué decir del heroico momento que vivió México entero cuando Juan Manuel Márquez puso a dormir a Manny Pacquiao con uno de los golpes más poderosos que hemos tenido la oportunidad de ver.
La violencia es innata del ser humano, recalco que en ninguna parte de este texto he visto a estas manifestaciones del deporte como algo negativo. Sí, los adolescentes se pelean a golpes aquí y en China y no hay nada que se pueda hacer para evitarlo. Agradezco vivir en un país en el que gran parte de esa violencia se oriente hacia el deporte y la disciplina que éste implica. Agradezco que en este país haya héroes de carne y hueso que sepan qué lugar y momento es adecuado para liberar sus pasiones y frustraciones porque esa es la gente que hace falta en nuestra sociedad.
Autor: Fernanda Piña Escritora de ficción, no ficción y rock, que es un poco de las dos. Editora en Jefe de Poolp Mx (poolpmx.com) y colaboradora en otros medios. |