EPP: Cuéntanos un poco acerca de la forma en que publicaste tu primer libro.
MB: Lo que sucedió es que yo realicé todo a la inversa. Primero creé un escritor antes de publicar. Yo tenía este libro, Las mujeres de sal, y ya estaba harto de él. Y todos estaban hartos de mí porque siempre les leí fragmentos de mi libro en las fiestas y las reuniones. Era tan perentorio deshacerme de él que yo no iba a utilizar los mecanismos tradicionales de buscar un editor, y esperar a que el consejo dictamine y demás. Pero pues yo tenía todo en contra. No tenía un centavo, ser escritor socialmente es horrible. Entonces mandé a hacer bonos de pre-publicación, que son unas tarjetitas como de fiesta de XV años que decían: “El gran escritor Mario Bellatin va a publicar su libro Las mujeres de sal y si usted compra este bono el libro costará sola la mitad de su precio comercial”. En esa época estudiaba en dos universidades, y entonces tenía una especie de público cautivo y fueron aproximadamente dos semanas en las cuales yo entré en una especie de trance y me decía ‘no voy a pensar en el otro: no importa si doy pena o lástima, tengo que vender el mayor número de tarjetas a como de lugar”. Mi forma de trabajar es cero dinero y mucho trabajo. Entonces hice las tarjetitas y fue venderla tarjetitas a todo el mundo. Costarían un aproximado de lo que son treinta o veinticinco pesos mexicanos. Si las personas me decían que no tenían en ese momento dinero, yo les pedía que me dieran su dirección o su teléfono yo les pedía me dieran su dirección o su teléfono para buscarlos después y cobrar lo de las tarjetas. Iba entonces con mi bicicleta a las casas y les cobraba lo del bono. Y así logré vender ochocientos. Con ese dinero pagué la impresión del libro. Cobré mi ‘porcentaje de escritor’: mi 10%, y guardé lo demás para la presentación. Para poder rentar el lugar y comprar el vino. Pero nadie había leído nada todavía, no había escritor ¡hice todo al revés! Entonces se imprimió el libro, y todo lo tenía muy organizado, apuntados los teléfonos y direcciones de todos los que me habían comprado los bonos. Después de unos tres meses que yo se los había vendido, busqué uno por uno a los ochocientos, ya sea por teléfono o visitándolos en su casa. Algunos ya no se acordaban haber comprado la tarjetita o la habían perdido, muchos habían pensado que era mentira, o me lo habían comprado por pena. Pero yo insistí en que tenían que recoger su libro, pues ya lo habían pagado y además les había costado solo la mitad. Y los convencí. Fue un lleno total. Eso pasa cuando tú haces las cosas como se deben hacer. Cuándo le ruegas a un editor que te publique, a la presentación va tu tía, tu prima y tu mamá. Y los libros están allí, y la gente solo los mira y los manosea. Yo, por otro lado, para el día de la presentación, ya había distribuido ochocientos libros. Una cosa que es dificilísima, ¡y para esto todavía nadie había leído nada! Construí primero en su totalidad la imagen del escritor. Las personas se quedaron con la idea de que ya habían pagado su libro, y además a la mitad de su costo, y decidieron ir a la presentación. Entonces llamé la atención de la prensa, me entrevistaron y yo no sabía ni que contestar. Tuve una presentación llena de gente que iba con su tarjetita, y salían todos felices con sus libros en las manos. Y entonces existí. Y ya después la gente empezó a leer. Invertí totalmente el proceso. Primero existir como escritor y que después me lean. Y me funcionó. De allí me seguí, con ese libro.
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